domingo, 30 de diciembre de 2012

Mi objetivo es coleccionar años contigo.

No hay nadie que no se muera por oír esas dos palabras susurradas con total sinceridad. Una sola mirada basta para saber que es verdad. Un solo beso encierra todos y cada uno de los sentimientos que vuestros corazones son capaces de palpitar. Pero aunque regalemos ese sentimiento con cada vez más facilidad, aunque pueda acabar siendo un tormento que nos persiga día y noche y que desearías enterrar para dejar de sentir, nadie es capaz de definir el significado de esas dos palabras. Esa sensación abstracta que es capaz de dejar satisfechas nuestras necesidades. Quiere dar a entender que te has hecho un hueco en su corazón. Que quiere que le sigas rondando tanto tiempo como estés dispuesta. Que se preocupa por ti. Que cuenta contigo. Que has llegado más allá en su interior que quizá mucha otra gente. Que vales la pena. Y nunca podrás llegar a saber con total seguridad cómo se siente cuando está contigo. Es ese algo al que no llegan las palabras pronunciadas por otra cosa que no sea la aceleración de tus latidos al son de vuestros besos. Puedes estar completamente segura de todo lo que tu corazón alberga, pero si no coses caricias y abrazos a los segundos, si no consigues que su sonrisa se deba a ti, si no haces que su corazón multiplique su tamaño cuando está contigo, y tus pestañas no coquetean con tus pupilas no dejándolas ver cuando vuestras narices se rozan, no valdrá de nada.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Ahora te enseño de dónde vengo y de qué tengo hecho el corazón.

Ella siempre había preferido dormir sola. Poder acaparar por completo el colchón. Enredarse en las sábanas para evitar el frío. Dar vueltas por la cama hasta que el sueño tuviese a bien rondarla. Amanecer sin prisas. Pequeños placeres hasta que él la abrazó por detrás, hundiendo el rostro en su cabello, y sintió su lenta respiración en la nuca a medida que se iba quedando dormido, tan adorable que ella no podía evitar sonreír para sí misma cuando le imaginaba. Un pequeño segundo hizo falta para que ambos se despertaran, para luego abrazarse más fuerte todavía y volver a mecerse en manos de la noche.

Desde entonces, no la importó equivocarse, cometer errores, reír, llorar, caer una y mil veces, siempre y cuando estuviera él para abrazarla por las noches.


martes, 11 de diciembre de 2012

En momentos oscuros, palmadita en la espalda y ya estoy más seguro.

Lo siento, no puedo más. Hoy he llegado a un punto en el que me he dado cuenta de que no avanzo. De que llevo tiempo sin avanzar. Sé que la única culpable soy yo, y asumo todas las consecuencias. Pero ya estoy cansada de estar siempre preocupada por todo, cuidando de los demás, retrocediendo para dar impulso a cualquiera. Seguiré estando ahí, por supuesto, para quien me necesite. Pero no haré más de lo que ellos estén dispuestos a hacer por mí. Necesito cambiar. Sé que no voy a llegar a buen puerto si no. De momento, estoy flotando a la deriva... Y no diviso tierra por ninguna parte. Voy a avanzar y no voy a arrastrar a nadie, simplemente daré la mano a quien esté dispuesto a seguir mi ritmo. He puesto punto y final a mi vida hasta ahora. De aquí en adelante no miraré atrás. Nada es lo suficientemente importante como para hacerme perder el rumbo, pero sí hay personas por las que sería capaz de reducir la velocidad. Ahora y siempre.



lunes, 10 de diciembre de 2012

Morirse un poquito con tanto silencio, cerrar las cortinas, buscar otro aliento.

Llega un momento en la vida en el que se te pasa por la cabeza, aunque sea durante un fugaz segundo, la posibilidad de un futuro alternativo al previsto. Ese momento en el que todo lo que puede ir mal, va mal. Entonces te ves a ti, sola, en un portal desconocido, entre tinieblas, resbalando con la espalda pegada en la pared hasta rozar el suelo. Las manos temblorosas escondiendo un rostro que se ahoga entre lágrimas. Tu garganta emite sonidos que sólo tú has oído en los momentos de mayor desesperación. Tiembla todo tu ser. Todo tu presente. Y, simplemente, te dejas llevar. Ese momento en el que no piensas en nada porque no es necesario. Tu cuerpo conoce toda la información que te ha llevado a agazaparte, a esconderte de la luz del sol. Nada ronda tu mente, pero miles de silenciosos recuerdos asolan tu corazón. Te sientes vacía. Te bloqueas. No conoces ni razón, ni causa, ni remedio. Simplemente rodeas tus piernas con los brazos y las presionas, intentando desaparecer. No quieres ver a nadie. Nada consigue llenar el vacío que dejó él. Palabras de consuelo pasar por tu lado sin ni siquiera rozarte. Te sientes ridícula. Cualquier dolor físico te parece un mero pellizco en comparación con el cansancio mental y emocional que somos capaces de infligirnos a nosotros mismos. Entonces se hace el silencio. Se respira paz. Calma. Te ves desde fuera. Pareces una chica normal. Te faltan horas de sueño, sí. Quizá algo de maquillaje que tape las ojeras. Y una gran manta que tape el corazón, tan deshecho y despedazado que casi es imposible que pueda latir por sí solo.

Entonces parpadeas y te encuentras en el mismo sitio de hace apenas unos segundos. Todo ha sido tan real, tan... horrible. Te giras los grados suficientes para ver su foto y te tranquilizas. Sigue ahí. Contigo. Nada de esto ha pasado realmente. Pero la posibilidad de que pase te hace irremediablemente vulnerable. Sin embargo, ya es demasiado tarde para volver atrás. Y tampoco quieres. No te arrepientes de nada. Todos los momentos vividos, tanto buenos como malos, son vuestros. Y nadie podrá quitaros eso. Habéis compartido una parte de vuestra vida que ninguno recuperaréis, y os habéis calado tan dentro que siempre seréis, de alguna forma, uno parte del otro. Así que simplemente vives. Como hasta ahora. No con la esperanza de evitar de alguna forma una de las posibilidades de un futuro, sino con la certeza de que, pase lo que pase, te seguirás teniendo a ti misma para salir adelante. Siempre.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Y aunque todo gire en otra dirección, eres tú quien le da sentido.

He tomado una decisión: voy a aprovechar cada uno de tus latidos. Absorberé cada una de las palabras que me susurres, me tatuaré tu risa en cada recodo de mi piel, y me gravaré a fuego cada una de tus caricias. Y sé que no será suficiente. Porque, si un día decides irte, ningún recuerdo será lo suficientemente nítido o borroso para que duela menos. Para que duelas menos. Sé que en esos momentos necesitaré olvidarte, dejar de recordar cada paso que diste en mi vida, cada sitio donde te asentaste, pero jamás podré olvidar la tranquilidad de tus brazos y la calma de tu respiración, que se acelera cada vez que apoyo mi cabeza en tu pecho. Nada es para siempre, dicen. Ni vas a estar aquí siempre, ni respirarás para el resto de la historia, ni la gente permanecerá a tu lado en todo momento. Es por eso que, aun sabiendo que me vas a doler como jamás nada me ha dolido, quiero grabar cada uno de tus movimientos en mi memoria, para poder recordarlos en mis días de autodestrucción, y aprovechar cada instante que pase contigo, porque en un futuro, me daré cuenta de que estos fueron buenos tiempos. De que era feliz. Y, quizá, de que lo seguimos siendo.
 
 

domingo, 2 de diciembre de 2012

Sólo sé que tengo el tiempo en mis manos si te quedas un ratito conmigo.

Quiero perderme en ti y en cada momento contigo. Quiero que nunca enciendan la luz, que nunca se haga tarde, que no dejes nunca de mirarme, que haya más sábados en la semana, que “nunca dejaré de besarte” sea nunca, que cuando te vayas mi ropa huela a ti, que se alarguen las despedidas, que me susurres te quiero en el momento justo, que yo lo sienta de la misma forma, saber que es verdad. Quiero más días si son contigo.



Y se metió en mi casa un amanecer...

Ese momento en el que eres feliz. Completamente. No te acabas de creer todo por lo que estás pasando. Cada pequeña parte de tu vida se ve de repente eclipsada por esa sensación de infinito placer. Placer por saber que tu corazón se ha agrandado hasta límites insospechados. Porque todo va bien. Perfectamente. Y porque todavía no eres consciente de todo lo que seguirás sintiendo a medida que vaya pasando el tiempo.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Pregúntale qué añora y en qué piensa cuando llora.

No es necesario que digas siempre las palabras adecuadas. Ni que sepas ponerte en el lugar de la otra persona. Ni que sepas cómo comportarte. No necesitas decir que todo está bien. Ni que lo estará. Lo único verdaderamente importante es que estés. Que sepas escuchar. Y que nunca des la espalda a quien no te la daría.




jueves, 22 de noviembre de 2012

Fuimos, somos y seremos nada.

Ser feliz. Eso es a lo que todos aspiramos. A lo que se reduce cada uno de nuestros latidos. Cada una de nuestras decisiones intenta llevarnos a sentirnos mejor. A estar más cómodos con nosotros mismos. Sin embargo, además de no depender totalmente de nosotros, a veces le confiamos nuestra felicidad a aquellos que nos herirán. Tarde o temprano. Ya sea una vez o de continuo, nos harán daño. Y, aunque estemos convencidos de que hay ciertas cosas que no perdonaremos, y por las que cortaremos por lo sano, eso no nos evitará el dolor de sabernos traicionados.


No te asuste desgastarme; soy eterno.

Sabes que puedes, que eres capaz. Llevas mucho tiempo preparándote. Muchas horas invertidas. Te mentalizas de que es posible. Te visualizas alcanzando tu meta. Y, sin embargo, sabes que si piensas demasiado en ello, si te imaginas en ese momento, el nudo del estómago no te abandonará. Todos tus miedos tendrán el camino libre para apresar cada recodo de tu ser y no dejarte pensar en otra cosa, hasta que el fracaso te parece la única salida viable. Entonces te fuerzas a sentirlo como algo lejano, y no a poner tus cinco sentidos para alcanzar aquello que quieres. Te entra el miedo a no poder, a no llegar. Y no sabes si tendrás más oportunidades, y la verdad es que tampoco importa: éste es tu momento. Ahora o nunca. No concibes nada más allá. Todos tus pensamientos se centran en ello. Entonces es cuando te paras a pensar. ¿Por qué no? Mucha gente antes lo ha logrado. No puede ser tan complicado. Es posible que ése no sea mi día, o que los nervios me puedan, pero lo importante es que sé hacerlo. Lo he hecho antes. Y lo volveré a hacer.


martes, 13 de noviembre de 2012

Cuando menos piensas sale el sol.

Hay veces en las que me pregunto en qué momento me dolerá todo lo que estoy haciendo. Todo esto que estoy viviendo. En qué momento lo echaré de menos. Lloraré su ausencia. Lo sentiré como lejano. Ya sea mañana como dentro de años, muchos años, las cosas se acaban. Todo es perecedero. Por más que intentemos aferrarnos a ello, luchar cada latido, la realidad es que todo se nos escapa entre los dedos. Y cuanto más fuerte lo sujetas, más grietas y vías de escape encuentra. Si algo quiere permanecer a tu lado, no habrá nada que lo aleje de ti. Y si termina yéndose, encontrará el camino de vuelta si su sitio está junto a ti. Pero, a pesar de ser conscientes de todo esto, seguimos dándole vueltas a cada pequeño gesto, cada frase, buscando algo que nos indique que estamos con la persona adecuada. Y, equivocados muchas veces, pero acertados otras, seguimos sufriendo cuando deciden avanzar y dejarnos atrás, y nos quedamos estancados en meses de eterno invierno hasta que unas finas franjas de luz iluminan parte de nuestro ser, y comenzamos a caminar de nuevo hacia adelante. Sin embargo, por mucho daño que estén predispuestos a hacernos, por mucho que tardemos en renacer, merece la pena. Cada segundo. Si cuando estás con esa persona cada día es especial, si te mueres por abrazarle, por escuchar cada pequeña cosa que quiera contarte, por verle sonreír cuando apareces, por cada beso en la frente, al final acabará mereciendo la pena. Y estarás en paz contigo mismo sabiendo que te han querido tanto como tú a ellos.



Y allí, desde lo lejos, van llegando los viejos recuerdos en ráfagas lentas de viento.

No me importa lo que pasará mañana. Tampoco tengo en cuenta lo que ocurrió en el pasado. Por supuesto sé que tuvo lugar. Y soy consciente de su importancia. Pero ahora mismo no es una de mis prioridades. Conozco eso de: vive el momento, que todo el mundo ha pronunciado alguna vez, pero sinceramente, no creo en ello. No puedes aprovechar cada instante de tu vida. Harás cosas que no te gusten, que no merecerán la pena a largo plazo. Dicen que debes vivir de forma que cada día te vayas a la cama sin arrepentirte de nada. En paz contigo mismo. Pero no todos los días son tan perfectos como quisiésemos. Ni lo serán. Un día te levantas sin energía, y esas veinticuatro horas pueden acabar conteniendo recuerdos que conservarás de por vida. O, por el contrario, puedes levantarte con ganas de comerte el mundo y, por circunstancias ajenas a ti, acabes enterrado entre las sábanas, sin querer saber nada de nadie. Sea como fuere, no vivas cada día como si fuese el último, sino para que, al final, haber vivido haya valido la pena. Que hayas logrado quizá no todo a lo que aspirabas, pero sí lo suficiente como para ir con la cabeza en alto. Que estés orgulloso de todas las vidas que has tocado. Que no le temas al mañana, pues en algún momento no será más que pasado. Y que las heridas, cuando duelen, es cuando están curando.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Sólo me gusta estar lejos si a mi vera estás tú.

Rodear con tus brazos suavemente su cuello. Esconder el rostro entre sus ropas e inhalar su aroma. Cerrar irremediablemente los ojos y dejar que te acerque más a él. Notar cómo busca con su rostro tu cuello y te besa delicadamente. Apretar débilmente tus brazos para alargar ese momento.

Esos abrazos que siempre son perfectos.


martes, 6 de noviembre de 2012

Ojalá que empezara de cero, y poderle decir que he pasado la vida sin saber que le espero.

Caminas por la calle. Sientes el gélido viento azotando tu rostro y despeinando tu pelo. Intentas volver a ponerlo en su sitio, pero es inútil. Prosigues la marcha mirando el reloj y acelerando el ritmo. Siluetas borrosas se cruzan en tu camino, apartándose a medida que avanzas u obligándote a rectificar tus pasos. El tiempo se te echa encima, lo sientes. Refugias tus manos en los bolsillos para aislarlos del tiempo que acecha. Ya ves tu destino. Entonces eres consciente de que el cabello se te ha alborotado por completo, de que probablemente tengas la nariz roja y los ojos llorosos del viento, de que tienes la piel helada. De que estás horrible. Y de repente le ves. Tan seguro de sí mismo. Tan cálido. Una sola sonrisa hace que le devuelvas otra. Un solo beso hace que te ruborices. Y entonces te olvidas de tu pelo, de tu rostro, de tus manos. De todo. Sólo existe él, capaz de hacerte sentir preciosa.



domingo, 4 de noviembre de 2012

Nos comemos la noche, cacho a cacho, gramo a gramo.

Ha pasado tiempo. Mucho ya desde que nos vimos por primera vez. Desde que cruzamos las primeras palabras. Desde que nos dimos el primer beso. De nuestro primer abrazo. De nuestras primeras declaraciones de amor. De tantas cosas que un día quise sentir, y que sin darme cuenta se agolparon a las puertas de mi corazón tras conocerte. De tantas cosas que quise oír, y que todavía hoy rondan por mi cabeza como si fuesen las primeras. Creo que puedo recordar cada frase que me dijiste, cada sonrisa tonta que lleva tu nombre, cada silencio lleno de todo aquello que nuestros ojos se dedicaban. El tiempo no pasa igual para todos. Es verdad. Hace exactamente trescientos setenta y tres días desde que nos dimos dos besos. Y parece que fue ayer. Desde entonces todo ha sido un torrente de minutos, segundos y horas, en los que te has asentado en cada uno de mis pensamientos, y en los que te has posado en mis labios y en mi corazón. Aun así, la respiración se me sigue deteniendo cada vez que me miras. Puedo sentir cómo el tiempo se para. Y sólo estamos tú y yo. Te acercas lentamente y el aire se me detiene en los pulmones, hasta que lo exhalo cuando nos volvemos a separar. Eres todos y cada uno de mis latidos.



miércoles, 31 de octubre de 2012

Tengo ganas de ti.

Tengo ganas. Tengo ganas de verte sin esperarte. De girarme y ver que te acercas a mí. De que me beses e inhalar tu frío aliento. De que bromees hasta que la conversación se centre en los demás y nos quedemos tú y yo. De que me cojas de la cadera y te intereses por lo que tenga pensado hacer. Por si volveremos a vernos esa misma noche. Por si me acompañarás a casa. Y entonces nos quedemos a oscuras. Como dos ciegos, dijiste una vez.

Tengo ganas de ti.

lunes, 29 de octubre de 2012

No le ofreció la luna, le dijo sólo: "quédate conmigo, no hay fortuna que valga el corazón que te daré".

Todo el mundo ha soñado alguna vez con cómo sería la declaración de quien quiere. De cómo, a partir de ahí, seguirían todas las demás muestras de amor que te profese. Te imaginas situaciones que no se van a dar, al menos no con exactitud. Te imaginas cómo te sentirás. Qué responderás. Pero nada es tan mágico como cuando esa persona te dice lo que le ronda el corazón. Lo que experimenta cuando está contigo. Y entonces es cuando te das cuenta de que siente más de lo que es capaz de explicar, y de que tú sientes más de lo que creíste posible.

Te paras a pensar en el primer momento en el que pensaste que te gustaba de verdad, y descubres que no te diste cuenta de lo prendida que estabas hasta que ya era demasiado tarde. De que vuestra relación no ha avanzado a trompicones, sino como algo continuo. Os fuisteis enamorando el uno del otro a la vez con pequeños detalles, pequeñas caricias.

Y entonces llega el momento en el que él se para a pensar en ti. En aquello que tiene. Y se dice a sí mismo lo afortunado que es. Entonces es cuando tú te repites todo lo que has ganado desde el momento en el que decidió entrar en tu vida. En lo que seguirás ganando todo el tiempo que quiera permanecer contigo. Y te sientes inmensamente feliz. Por tener ese algo que siempre has estado buscando. Por ser correspondida. Y no concibes nada que sea capaz de hacerte sentir mejor.


sábado, 27 de octubre de 2012

Y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo.

-Sabes que te quiero.

Y otras maneras que tiene de conseguir que le sonrías. Que le respondas con un beso y con un "yo también". Ir andando por la calle y que de repente se pare y te agarre suavemente por detrás. Intentar seguir andando entre risas y que te susurre que dejes de caminar, y que simplemente hunda su rostro en tu cuello y que se quede inhalando tu aroma. Esa forma que tiene de decirte lo que siente a su manera. Esa forma que no cambiarías por nada. A la que ya te has hecho.



viernes, 26 de octubre de 2012

Hoy, corazón, sólo quiero oír tu voz.

Dame la mano. Hagamos locuras. Vayamos a algún lugar donde no nos encuentre nadie. Donde el olvido no tenga lugar. Donde seas todo susurros. Donde jamás tengas dudas. Donde mueras por mí.

Y allí seremos dos. Y el mundo se nos quedará pequeño. Nos perderemos en un pestañeo. Y con las manos al tiempo, mirarnos a los ojos y saber que eso es lo que queremos. Una vida donde lo más lejos sea a tu lado. Donde no exista el tiempo. Donde nunca crezcamos. Y sigamos igual de enamorados mientras me besas en la frente y dices que todo está bien. Que no necesitas nada más. Que no te arrepientes de nada. Que quieres que yo sea lo primero que veas al despertar. Y que las noches se vuelvan infinitas mirando las estrellas y contando lunares en mi piel.

Que la eternidad para ti sea mirarme a los ojos. Y dejar que yo me pierda en los tuyos. Una y otra vez mientras detienes mi corazón con un suspiro y susurras esas dos palabras por las que empecé a morir.



miércoles, 24 de octubre de 2012

Quisiera envolverte el cielo.

Le miras. Le ves a gusto. Risas. Bromas. Complicidad. Nunca está tan pleno como cuando se siente bien. Te mira. Te coge de la mano. Estás en su mundo. Formas parte de su vida. Y te sientes bien. Te basta con mirarle para sentirte feliz. Completa. Y no puedes evitar sonreír. Acercarte más a él. Hacerle saber que te encanta. Miras alrededor: es imposible que nadie se dé cuenta de aquello que tienes. De aquello que te es correspondido.

Aprietas la mano.

No me sueltes nunca.
Y te entra miedo. Miedo de perderle. Miedo de que encuentre a alguien que llegue más allá en su corazón de lo que tú llegaste. De que se dé cuenta de todo lo que puede encontrar ahí fuera. De que busque algo que no tengas tú. Que nunca tendrás. Y en esos momentos te sientes vacía. Sola.
Entonces ocurre.

Una mirada. Un beso en la frente. Un te quiero al oído. Más de lo que tu corazón puede albergar. Más de lo que nunca pensaste que llegarías a sentir. Y te das cuenta de que merece la pena. De que quizá para él tú lo tengas todo. De que, pase lo que pase, siempre formará parte de ti. De que te completa. Y de que jamás haría nada que pudiera herirte.



Y cada vez más lejos estando tan cerca, y cada vez más nada.

El tiempo se nos escapa. Es una realidad. Se nos escurre entre los dedos y se precipita al vacío. El mirar atrás sólo te hará consciente de lo difusos que son ya algunos de los recuerdos. Olvidarás cosas que juraste que recordarías. Recordarás situaciones que jamás tuvieron lugar. Las palabras nunca permanecerán en tu mente de la misma forma que fueron pronunciadas. Te convencerás de un lugar, de un mes, de una persona. Le darás vueltas a la situación, perfeccionándola, para que al final lo único correcto que guardes sea su nombre y silueta. Pasarán los años y lo único que recordarás serán aquellas cosas que has estado repitiendo toda la vida. Jamás recordarás aquella tarde en tu cuarto, solo, intentando estudiar, con la lluvia repiqueteando contra la ventana. Ni esa noche con la única compañía de unos auriculares, un refresco y la pantalla de un ordenador. Esos pequeños detalles que quedan aislados en alguna parte de nuestra mente. Esos días que invertiste en ti mismo. De los que jamás te sentirás culpable porque serán incapaz de manifestarse. Llegará un momento en el que ni siquiera recuerdes estar leyendo esto. En el que pasarán los años y cualquier texto se te presentará como extraño si no llegó a calarte. En el que situaciones que ahora te quitan el sueño, no serán más que anécdotas.


martes, 23 de octubre de 2012

Unos deciden querer. Otros, demostrarlo.

No quiero que me prometas mil primaveras. Ni mil atardeceres. No quiero que celebres cada día que pases conmigo. Ni siquiera que me prometas toda una vida junto a ti. Lo que yo quiero es algo que marque. Que sea verdadero. Que las palabras sean dichas justo cuando se sientan. Que un "hola bobita" llene más que un "hola mi amor". Que se acelere el corazón con tan solo una mirada. Que un abrazo haga que te recorra un escalofrío. Que un simple beso haga inolvidable toda una noche. Que en una mirada se escapen miles de cosas. Que una despedida siempre te deje con ganas de más. Y es que lo que importa no es el final, sino el camino recorrido.


lunes, 22 de octubre de 2012

Nunca había estado un alma tan rota.

Resignación. Eso que sientes cuando te das cuenta de que no puedes cambiar las cosas. De que no puedes obligar a nadie a permanecer a tu lado. Ese espacio de tiempo en el que cambias una lágrima por un rostro exento de sentimientos, de expresión. Cuando te das cuenta de que en este mundo vuelas solo. De que el resto de personas sólo existe para hacer de nido cuando necesites cobijo, o para cazarte al pasar por su lado. Cuando sabes que ya nada tiene importancia. Que estamos aquí de paso. Y que tienes que aprender a sobrevolar todo aquello que sólo busque hacerte retroceder como persona, hundirte y herirte hasta que sientas que estás de más. Pero esto, como todo, sólo lo aprendes cuando ya te han cazado.


2.

Sin embargo, aunque aquellos con los que llevo toda la vida sepan cómo hacerme daño y no duden en ningún momento el cruzar conmigo palabras de las que quizá se arrepientan, sé que les tengo a ellos. Quienes sin saber si hay algo que me atormenta son capaces de hacerme sonreír simplemente con preocuparse por mí. Con darse cuenta de que sigo aquí. De que siempre lo he estado. Y de que seguiré en este mismo lugar tanto como ellos deseen tenerme cerca. Nunca serán conscientes de todo lo que les debo.


1.

Me gustaría prometerme a mí misma que habrá un momento en que la felicidad no será pasajera. En que sabré sobreponerme a las situaciones y salir adelante, quizá no con una sonrisa, pero sí con una lección aprendida. Espero que llegue el momento en el que un solo aspecto de mi vida que no funcione correctamente, no condicione todos los demás, haciéndome dudar de lo más mínimo. Hasta de lo que tenía por seguro. Y no es que haya empezado a dejar de creer en las cosas, sino que las cosas han empezado a dejar de creer en mí. Quizá esto sea culpa mía. Quizá sea quien lo ha desencadenado todo. Quizá esto estaba tan cerca de la superficie que una pequeña llamarada ha podido arrasarlo todo. Y lo peor no es darme cuenta de que me esto me incumbe totalmente, de que he estado tan sumamente concentrada en mi vida que he descuidado todo lo demás, sino el saber que él jamás reconocerá su parte de culpa. Jamás tendrá remordimientos de conciencia por aquello que está destrozando. No estoy segura siquiera de que se haya dado cuenta de todo lo que ha provocado.

D.

domingo, 21 de octubre de 2012

Mi corazón de repuesto se muere por latir siempre a tu lado.

¿Sabes qué se siente cuando eres completamente feliz? ¿Cuando sabes con certeza que podrías quedarte ahí para siempre? Ese momento en el que sólo quieres que el reloj se detenga, que las partículas de agua que arrastra el viento queden estáticas, que el sonido del río fluyendo se difumine en la oscuridad de la noche. Y entonces sólo queden sus manos rodeándote con suavidad, y su voz acariciándote la nuca. Ese momento en el que te das cuenta de lo enamorada que estás, y en el que no te imaginas lo que puedes llegar a estarlo. Ahora un simple mensaje suyo cuando menos te lo esperas es capaz de tenerte toda una noche suspirando. Pero esto, pequeña, no es más que el principio.
 
 

Despertar y ver tu carita reír, sentir lo que nunca pude sentir.

Por mucho que lo intentes, es imposible no expresar en tu estado de ánimo cómo te ha ido el día. Querer ponerle buena cara a la gente cuando por dentro te mueres por llegar a casa y esconderte bajo el edredón, sólo hará que las demás personas confundan si estás así por ellas o si te ha pasado algo. Y ello sólo provoca que te pregunten. Una y otra vez. Es posible que ni tú mismo sepas exactamente qué ha desencadenado esa tormenta dentro de ti. También es posible que no quieras expresarlo en voz alta para no convertirlo en algo real. Sea como fuere, te verás forzado a respirar hondo y prometer que estás bien cuando, en el fondo, lo único que te prometes es que volverás a estarlo. Sin embargo, así como tienes días malos, los buenos brotan en tu calendario tanto en los días soleados como en los lluviosos. Esos que empiezas enérgicamente de la nada, con ayuda de los resquicios del día anterior o con la promesa de un día inolvidable. Esos en los que bajas la mirada sin poder evitarlo y escondes la sonrisa que él te cosió a besos. En los que el recuerdo de una caricia te hace volver a temblar. En los que eres incapaz de contar, si no es en decenas, el número de besos que te dio en la cabeza y que volverías a repetir. Esos en los que te mueres por saber cómo te sorprenderá, cómo hará que no puedas dejar de pensar en él. Esos días como hoy.



viernes, 19 de octubre de 2012

Que seas de esos que nadie recomienda.

Que te rías de todo y de nada. Que intentes cogerme mientras yo me empeño en permanecer en el suelo. Que te metas conmigo y me mires divertido cuando hago como que me enfado sin poder esconder la sonrisa. Que hagas pucheritos para que te bese. Que nos peleemos por pasarnos la lengua por la cara como niños pequeños. Que me busques las cosquillas sin parar hasta que acabemos en el suelo. Que intentes calentar tus manos heladas en mi tripa. Que me des la espalda y pidas que te abrace. Que me mires y acerques lentamente mi rostro al tuyo. Que seas capaz de todo por verme sonreír. Que me cantes canciones que sólo tú conoces. Que recuerdes con exactitud todos los momentos que pasamos juntos. Todo lo que dije. Todo lo que dijiste. Que busques mi mano para entrelazarla con la tuya.


Se trata de gritarnos hasta rompernos los labios.

"No he tenido jamás la intención de dolerte, pero te he dolido..."


"Después de disimular"- Despistaos.



jueves, 18 de octubre de 2012

Busco un mundo mejor y escarbo en mi cajón por si aparece entre mis cosas.

Abrir tu corazón. Desnudar tus sentimientos y ponerlos encima de la mesa a observación. Nada te deja tan indefenso. No depender de ti para que se mantengan de una sola pieza. Esperar con paciencia a que el otro te corresponda abriendo también el suyo, o tener que recogerlos con rapidez para que no te hagan más daño todavía. Pero, si eres correspondido, si esa persona siente lo mismo o incluso más hacia ti, tu corazón aumenta de tamaño hasta alcanzar toda la superficie de tu cuerpo. Y, aunque inmensamente feliz, también eres inmensamente frágil. Estás en manos de esa persona. Es quien decide si dejarte ir o aferrarse más a ti. Aunque también es cierto que cuanto más quieres a alguien, más daño puede hacerte, la verdad es que somos incapaces de dejar de amarle cada día más. Así que debemos dejar de tener miedo a sufrir, o nos cerraremos también las puertas a amar.



Érase una vez, todas las puertas por abrir.

Un día más. Un día menos para el momento de la verdad. Para ver si hemos sabido avanzar juntos. Esto ya es una realidad, algo que ya hemos vivido. Pero también marca lo que podemos vivir. No de nuevo, sino de cero. Nuevos momentos. Nuevos besos. Nuevas caricias. Es momento de empezar a mirar atrás y sorprendernos de nosotros mismos. De todo el camino andado. Así que brindo por seguir avanzando con el mismo ritmo.


miércoles, 17 de octubre de 2012

Que nunca se acabe esta avaricia entre tú y yo.

Me vas a acabar acostumbrando a poner esta sonrisa. Te aviso. Luego no te sorprendas si al verte se me ilumina el rostro de inmediato. O si al abrazarte me niego a dejarte ir. Tú te lo has buscado. Tuviste tu oportunidad de no enamorarme. Si el primer día que me viste hubieses agachado la cabeza y seguido por tu camino, no estaríamos aquí. Si después del primer beso no hubieses seguido buscando mi sonrisa, no estaría escribiéndote. Así que ahora toca hacerse cargo de esto que ambos llevamos sobre los hombros, y tirar hacia adelante.



martes, 16 de octubre de 2012

Ama y ensancha el alma.

Quieres correr, gritar de alegría, contarle al mundo entero cómo te sientes, lo feliz que eres. Te faltan palabras para expresar el torrente de sensaciones que fluye por tus venas. No puedes decir que es el mejor día de tu vida, pero sí uno de los que se le acerca. Entonces notas cómo tu corazón se agranda. Cómo se expande para abarcar más felicidad si cabe. Ama y ensancha el alma, dijeron una vez. Y te preguntas si alguna vez tu corazón recuperará su tamaño. Si en algún momento encontrarás esta felicidad como algo lejano. Y si entonces podrás recordar exactamente cómo te reconforta saber que le importas a alguien. Que le importas de verdad. Y así estar un poco menos sola en los momentos de soledad. Un poco menos vacía.


Es muy duro curarse de lo que cura.

La música es música cuando te emociona. Cuando sabe exactamente qué susurrarte al oído para hacerte sentir mejor, o para arrastrar por tu mente a tus fantasmas. Aquellas en las que una sola nota te despierta y obliga a subir el volumen. Esas que distinguirías en cualquier momento, en cualquier lugar. Que una canción lenta te emocione implica que has sufrido o que estás sufriendo. No hay más. Ese momento en el que entiendes perfectamente la letra, y no lo consideras como una buena rima, o una bonita frase, sino como algo que araña la superficie de tu ser hasta alcanzar tus sentimientos y alinearlos, llegando a tocar cada uno de ellos. Todos conocemos canciones que han sabido arrancarnos una lágrima, un escalofrío. Aquella que al igual que la repites una y otra y otra vez, hay momentos en los que eres incapaz de escucharla. De pensar. En las que sólo quieres mantenerte ocupada para aislar la mente. Esos momentos en los que lo mejor es encender el ordenador, encerrarte en tu cuarto, coger unos cascos, y escuchar canciones nuevas hasta encontrar aquella que se adapte a ti. No que narre con exactitud cómo se te desgarra el corazón cada vez que piensas en tu pasado, sino esa que te dé que pensar. Que te obligue a darle vueltas. Entonces encontrarás las mejores canciones. Las que sin que nadie te la recomendase, sin que la escucharas en ningún momento, se ganan un primer puesto en tu lista de reproducción. Hasta que te susurren más de lo que tu corazón pueda escuchar.



Dame algún motivo para decirle al Sol que sigo estando vivo.

Que te diga que le haces falta, que te echa de menos, y ser incapaz de perder esa sonrisa tan contagiosa que se prolonga por lo que parece una eternidad. Perder por completo la capacidad de concentrarte en cualquier otra cosa. Mirar de reojo la pantalla del teléfono mientras te obligas a ti misma a no hacerlo. A mantenerte activa para que la espera no pueda contigo. Entonces otro mensaje, otra niña tonta sonriéndole a la nada. Otro niño tonto esperando su respuesta. Pequeños enamorados.



lunes, 15 de octubre de 2012

domingo, 14 de octubre de 2012

Lo que sé del olvido, lo aprendí de la luna. Lo que sé del pecado, lo tuve que buscar.

Asegúrate de tener a alguien que no te deje caer. Que te coja con brazos firmes cuando estés llegando al suelo. Que luego te pose suavemente y diga que no pasa nada. Que todo está bien. Que tienes la capacidad de volver a subir. De mantenerte ahí. De superarte a ti misma. Y una vez que la tengas, cuídala. No des por sentado que estará ahí siempre. No pretendas que te siga. Que ponga la otra mejilla una vez tras otra mientras tú no aguantas el más mínimo contratiempo. Siempre habrá personas que sepan cuánto vale aquella a quien tanto das la espalda, y cuando quieras darte cuenta, se habrá esfumado. Así que aférrate a ella. No dejes que le quepa la menor duda de que estarás ahí cuando te necesite.



He takes my breath away.

No puedes engañar a nadie. Lo sabes. Esa tímida sonrisa que asoma a tus labios con sólo oír su nombre, seguido de una sonrisa más amplia cuando te preguntan el por qué de ese reflejo. Entonces te lo preguntas tú: ¿por qué? Puede que la primera razón sea que, de entre todas las personas con las que se cruza a lo largo del día, fuiste tú a quien quiso conocer. De entre todos los rostros, fue el tuyo el que quiso tener cerca. Sólo eso es ya una razón de peso. Pero no lo es todo. Que se interese por llegar a conocerte. Por saberlo todo de ti. Estar dispuesto a escuchar todo lo que quieras contar. Al igual que quedarte embobada cuando intenta expresarse, con ese gesto serio que te encanta. Esa expontánea carcajada que suelta que hace que esboces una pequeña sonrisa, a juego con la de tu corazón. Esas pausas que hace al hablar para simplemente mirarte, retirarte el pelo del rostro y acariciarte la mejilla. Ese suspiro que se lleva con él todo el aire de tus pulmones. Ese ligero movimiento que acerca tu rostro al suyo para perderos el uno en el otro. ¿Que por qué te gusta? Por todo. Por nada. Todo gesto que haga, por pequeño que sea, hace que lo sigas con la mirada. Cualquier conversación se convierte en indispensable si la mantienes con él. Eres incapaz de decirle que no a nada. Te mueres por regalarle cada pequeña parte de ti para que siempre te lleve consigo. Esos abrazos perfectos seguidos por un beso en la frente. Esas largas miradas que acaban en sonrisas. Entonces es cuando vuelves a la realidad. Pestañeas. ¿Que por qué te gusta? 

Porque te hace feliz.


Y dar contra el suelo una vez más, al contacto con la realidad.

Esos días en los que estás por estar. En los que las horas se te hacen largas hasta que termina la luz del sol. Esos en los que lo más productivo que puedes llegar a hacer es convencerte de que tienes que hacer algo. Esos momentos tan vacíos en los que una película triste puede amargarte el día, y una comedia puede hacerte renacer con la misma facilidad. Esos días de sofá y manta. Aquel espacio de tiempo en el que te paras a pensar en todo por lo que estás pasando. En lo que te rodea. En tu futuro. Ese momento en el que piensas en esa persona, y la climatología fuerza tu estado de ánimo. Esos incómodos momentos en los que el silencio es algo a lo que no puedes aspirar. Esa absurda tranquilidad que te invade, cuando sabes que ni las cosas van bien, ni quieres convencerte de ello. Pero en realidad, no pasa nada. Eres tú el encargado de autodestruirte. De darle vueltas a cosas que tú mismo creas. Situaciones que nunca han tenido lugar, pero cuyo final te come por dentro. Comportamientos y respuestas que están tan lejos de la realidad que te sorprendes de haber llegado a esas absurdas conclusiones. Esos días.
 
 



viernes, 12 de octubre de 2012

Quisiera encontrarte dentro de mis labios, poder besarte y no dejarte salir.

Carcajadas. Una tras otra. El frío recorriendo cada uno de los recovecos de sus cuerpos. Vaho fluyendo por la fría atmósfera que les acoge. Todo tan inocente. Tan perfecto. Paseos por la ciudad sin más compañía que sus corazones dispuestos a amar. A dar todo de sí mismos. Unos pies que rebajan su ritmo hasta quedarse estáticos. Otros, curiosos, retroceden unos metros hasta llegar a su encuentro. Cuando sólo les separan un par de pasos, se vuelven más lentos hasta llegar a rozar sus zapatos. Una mirada. Una sola mirada eterna le arranca una sonrisa. Ella se esconde tras la bufanda. Él, tras sus sentimientos. El rubor de las mejillas aumenta a medida que le retira el pelo de la cara y le acaricia suavemente la mejilla. En un lento pero decidido movimiento, sus narices llegan a tocarse. Se tantean con la mirada. Se les para el corazón. Y en un beso sellan aquello que quieren llegar a ser.

jueves, 11 de octubre de 2012

Dime quién te ha colgado el mar de las pestañas.

Dime quién se ríe de tu infelicidad. Quién cree que puede tenerte sin dar nada a cambio. Quién te cuelga el mar de las pestañas. Quién habla tontamente con otras mientras tú le miras. Quién espera que no critiques ninguno de sus actos. Quién nunca está. Quién no reserva nada de su tiempo para ti. Con quién crees que eres feliz, engañándote una vez tras otra. Quién crees que es tu vida. Dime quién se ha llevado lo mejor de ti. Yo te diré quién no te merece.



Volver a la normalidad de nuestra locura.

Esto va por ellas. Por ser como son. Por aceptarme tal cual. Por estar ahí siempre. Por saber apoyarme. Por conocerme mejor que yo misma. Por saber decir las palabras justas en el momento oportuno. Por anteponer el devolverme la felicidad a cualquier otra cosa. Por predecir mis movimientos. Por adecuarlos a los suyos. Por esperarme en mis caídas. Por celebrar cada vez que me levanto. Por alegrarse por mí. Por no hacer nada si no estamos las tres. Por desearme siempre lo mejor. Estoy infinitamente orgullosa de tenerlas, de estar en su mundo. De haberlas encontrado. Aunque hay momentos en los que estoy convencida de que son ellas las que me encontraron a mí. Sin duda, nada sería igual sin ellas. No habría crecido tanto como persona. No habría llegado donde estoy. Por eso, por mucho que nos separe, siempre habrá algo que nos una.

09.10.10-\infty \,\! 
 

Me olvidé de poner en el suelo los pies y me siento mejor...

Algo tan difícil como escribir, como plasmar todos tus pensamientos y sentimientos hasta quedarte completamente vacío. Exponer algo tan tuyo como nuestro. Saber que aquello que sientes, que te come por dentro, ya ha perdido la batalla con anterioridad frente a contrincantes con tanta fuerza de voluntad como ganas de salir adelante. Tener la capacidad de coger el teclado, un lápiz, un bolígrafo, y saber escribir todo lo que la gente quiere leer, es algo que siempre he admirado e intentado imitar. Nunca consideré el escribir como algo que pudiese llegar muy lejos, pero ahora me descubro dejando que mis dedos fluyan en total libertad, dejando que se expresen. Sólo espero saber llegar dentro de ti donde ni siquiera tú supiste.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Siempre quiero estar contento, triste no valgo la pena.

Ríe. Llora. Grita. Pero nunca te arrepientas de nada, porque somos lo que hemos sido, lo que hemos dicho, lo que hemos hecho y lo que hemos sufrido. No quieras borrar partes de tu pasado o querer que vuelvan a ser como antes, pues sólo conseguirás hundirte cada vez más en el dolor que te produce saber que eras feliz. Que los dos lo érais. Pero no creas que jamás verás las estrellas de la misma manera. Pues, aunque vistas desde otro lugar, siguen siendo igual de hermosas. Incluso más. Porque lo hermoso no depende de las cosas, sino de los ojos de quien las mira. Y saber que está contigo lo más bonito de tu vida te hace pensar en todo y en nada a la vez. Recordar el camino que seguiste hace que te replantees las decisiones que has tomado. Y, por supuesto, si decides mirar atrás y retomar un camino de ya hace tiempo, ten por seguro que seguirás alcanzando la felicidad, ya sea tomando un atajo o la carretera más larga. Porque nadie puede decirnos que algo no es posible. Que no está a nuestro alcance. Que siempre nos arrepentiremos. Porque es posible que, gracias a esa decisión, tengas personas a tu alrededor que estén ahí para recordarte lo especial que eres y todo lo que vales. Así que, ¿por qué no? La vida es corta dicen. Demasiados errores por cometer en tan poco tiempo. Demasiadas locuras. Demasiadas cosas que merecen la pena. Demasiadas alegrías. Tristezas. Caídas. Recuperaciones. Esperanzas. Sueños. Recuerdos. Demasiado por hacer. Así que por qué no. Quizás mirar atrás lo sea todo. Quizás no sea nada. Pero pase lo que pase, es. Y eso es lo más importante. Porque es posible que, gracias a esa decisión, tengas a tu lado a lo más importante. Y si después de echar la vista atrás sigues con lágrimas en los ojos y con el corazón en un puño, tampoco pasa nada. Tendrás a gente que te ayude a volver a levantarte. Siempre. 
 
 

Y si me haces sonreír, tiembla el mundo cuando muerdo.

Perdida en mis pensamientos, en mi mundo. Pensando en todo y en nada. En una felicidad tan ridícula que parece imposible. Entonces, me llega: su olor. No sé dé dónde viene ni quién lo emana. Despierto de mí misma y me encuentro sola en casa, pero de algún sitio tiene que proceder. Cerca, muy cerca. Entonces bajo levemente la cabeza. Yo. Soy yo. ¿Puede ser? ¿Puede ser que yo huela a él? Quizá mi pelo, quizá mi piel. Pero no, hace tiempo que no estoy junto a él... ¿entonces? Tan cerca y a la vez tan lejos. No sé si fue una ilusión, un fenómeno, pero durante un instante, una leve sonrisa asomó a mis labios. Durante un instante, me sentí como si hundiese mi rostro en el hueco de su clavícula, dejando escapar un suspiro. Al cabo de un rato busqué su olor de nuevo, pero lo único que encontré inclinando el rostro hacia mí, fue un colgante. Su colgante. Otra leve sonrisa...



Será que me hacen daño los minutos de esta espera.

Cumplir un sueño, hacer lo que te apasiona. Lo que te llena. Aquello con lo que llevas soñando toda la vida. Aquello tan lejos de tu alcance, que te desgarra por dentro. Por un motivo u otro, sabes que no podrás llegar a ello. No porque no esté hecho para ti, sino porque no puedes permitirte el dar tantísimo de ti por aquello que no sabes si te dará a cambio algo por lo que merezca la pena seguir intentándolo. Duele ver que haya otras personas quizá más valientes, quizá con más talento, que han conseguido dar el paso. Estar donde te mueres por estar. Ello me hace dudar de todo. No sé si estoy haciendo lo que realmente quiero. Si siquiera seré capaz de terminarlo. De si alguna vez conseguirá llenarme tanto como lo primero. Sólo sé que lo voy a intentar. Que dentro de unos años, si al final no lo he conseguido, saber que por lo menos he puesto de mi parte. Sin embargo, me aterra quedarme a la deriva. No estar ni en un sitio ni en otro. No saber qué hacer. No saber a qué dedicarme. Desperdiciar mi vida. Pero, como todo en este mundo, no sólo depende de mí. Démonos tiempo.


Tranquilo, mañana te cegará el sol.

Nadie es igual a nadie. Lo que a ti te viene bien, no necesariamente le tiene que venir bien a alguien más. Puede que tú lo consideres como perfecto, pero porque se adecua a ti. A tus gustos. A tus necesidades. Por ese motivo, por muy bonita que sea una relación, por mucho que te gustaría ocupar el lugar de ella, tarde o temprano te darías cuenta de que no está hecho para ti. De que no merece la pena cambiarte por alguien más. Que en su momento llegará alguien que te haga sentir igual de especial. A su manera. Y tú no querrás nada más. Que sí, que de cara al público todo es perfecto, pero quizá por dentro se estén muriendo. Nadie mejor que ellos conocen sus propios defectos. Es por eso por lo que tendemos a buscar a alguien que los palie. A alguien que los vea como virtudes. Pequeñas manías, pequeños vicios. Por eso pequeña, por mucho tiempo que pase, por muy hondo que caigas, no desesperes. Pronto llegará el que te bese en la frente antes de quedarse dormido junto a ti.


Welcome to my life.