Entonces llega el día en el que te das cuenta de que pueden pasar los años, las amistades pasajeras, las parejas, que siempre tendrás a alguien a tu lado que huela tu tristeza o tu felicidad desde la otra calle, y corra a decirte un: "venga, nos vamos de cachis y me lo cuentas". Para que entre el humo y el alcohol se os olvide por qué habéis quedado y sólo quede el querer seguir juntas.
Que sé que suena a tópico, pero a ellas, mis almes, las quiero como a nada. Que estar con ellas es evadirte. Es hacer que el tiempo pase más rápido. Querer alargar los fines de semana a semanas enteras sólo para no tener que echarlas de menos.
Que nadie sabe lo que es tenerlas, porque es un privilegio que se nos ha concedido a muy pocos, pero que son preciosas. Todas. Y que no habría nada que no diera por ellas, porque ellas me han dado mucho más de lo que creen.
Así que brindo porque los inviernos se hagan más cortos, los veranos más largos, y porque ellas se hagan eternas.