viernes, 23 de noviembre de 2012

Pregúntale qué añora y en qué piensa cuando llora.

No es necesario que digas siempre las palabras adecuadas. Ni que sepas ponerte en el lugar de la otra persona. Ni que sepas cómo comportarte. No necesitas decir que todo está bien. Ni que lo estará. Lo único verdaderamente importante es que estés. Que sepas escuchar. Y que nunca des la espalda a quien no te la daría.




jueves, 22 de noviembre de 2012

Fuimos, somos y seremos nada.

Ser feliz. Eso es a lo que todos aspiramos. A lo que se reduce cada uno de nuestros latidos. Cada una de nuestras decisiones intenta llevarnos a sentirnos mejor. A estar más cómodos con nosotros mismos. Sin embargo, además de no depender totalmente de nosotros, a veces le confiamos nuestra felicidad a aquellos que nos herirán. Tarde o temprano. Ya sea una vez o de continuo, nos harán daño. Y, aunque estemos convencidos de que hay ciertas cosas que no perdonaremos, y por las que cortaremos por lo sano, eso no nos evitará el dolor de sabernos traicionados.


No te asuste desgastarme; soy eterno.

Sabes que puedes, que eres capaz. Llevas mucho tiempo preparándote. Muchas horas invertidas. Te mentalizas de que es posible. Te visualizas alcanzando tu meta. Y, sin embargo, sabes que si piensas demasiado en ello, si te imaginas en ese momento, el nudo del estómago no te abandonará. Todos tus miedos tendrán el camino libre para apresar cada recodo de tu ser y no dejarte pensar en otra cosa, hasta que el fracaso te parece la única salida viable. Entonces te fuerzas a sentirlo como algo lejano, y no a poner tus cinco sentidos para alcanzar aquello que quieres. Te entra el miedo a no poder, a no llegar. Y no sabes si tendrás más oportunidades, y la verdad es que tampoco importa: éste es tu momento. Ahora o nunca. No concibes nada más allá. Todos tus pensamientos se centran en ello. Entonces es cuando te paras a pensar. ¿Por qué no? Mucha gente antes lo ha logrado. No puede ser tan complicado. Es posible que ése no sea mi día, o que los nervios me puedan, pero lo importante es que sé hacerlo. Lo he hecho antes. Y lo volveré a hacer.


martes, 13 de noviembre de 2012

Cuando menos piensas sale el sol.

Hay veces en las que me pregunto en qué momento me dolerá todo lo que estoy haciendo. Todo esto que estoy viviendo. En qué momento lo echaré de menos. Lloraré su ausencia. Lo sentiré como lejano. Ya sea mañana como dentro de años, muchos años, las cosas se acaban. Todo es perecedero. Por más que intentemos aferrarnos a ello, luchar cada latido, la realidad es que todo se nos escapa entre los dedos. Y cuanto más fuerte lo sujetas, más grietas y vías de escape encuentra. Si algo quiere permanecer a tu lado, no habrá nada que lo aleje de ti. Y si termina yéndose, encontrará el camino de vuelta si su sitio está junto a ti. Pero, a pesar de ser conscientes de todo esto, seguimos dándole vueltas a cada pequeño gesto, cada frase, buscando algo que nos indique que estamos con la persona adecuada. Y, equivocados muchas veces, pero acertados otras, seguimos sufriendo cuando deciden avanzar y dejarnos atrás, y nos quedamos estancados en meses de eterno invierno hasta que unas finas franjas de luz iluminan parte de nuestro ser, y comenzamos a caminar de nuevo hacia adelante. Sin embargo, por mucho daño que estén predispuestos a hacernos, por mucho que tardemos en renacer, merece la pena. Cada segundo. Si cuando estás con esa persona cada día es especial, si te mueres por abrazarle, por escuchar cada pequeña cosa que quiera contarte, por verle sonreír cuando apareces, por cada beso en la frente, al final acabará mereciendo la pena. Y estarás en paz contigo mismo sabiendo que te han querido tanto como tú a ellos.



Y allí, desde lo lejos, van llegando los viejos recuerdos en ráfagas lentas de viento.

No me importa lo que pasará mañana. Tampoco tengo en cuenta lo que ocurrió en el pasado. Por supuesto sé que tuvo lugar. Y soy consciente de su importancia. Pero ahora mismo no es una de mis prioridades. Conozco eso de: vive el momento, que todo el mundo ha pronunciado alguna vez, pero sinceramente, no creo en ello. No puedes aprovechar cada instante de tu vida. Harás cosas que no te gusten, que no merecerán la pena a largo plazo. Dicen que debes vivir de forma que cada día te vayas a la cama sin arrepentirte de nada. En paz contigo mismo. Pero no todos los días son tan perfectos como quisiésemos. Ni lo serán. Un día te levantas sin energía, y esas veinticuatro horas pueden acabar conteniendo recuerdos que conservarás de por vida. O, por el contrario, puedes levantarte con ganas de comerte el mundo y, por circunstancias ajenas a ti, acabes enterrado entre las sábanas, sin querer saber nada de nadie. Sea como fuere, no vivas cada día como si fuese el último, sino para que, al final, haber vivido haya valido la pena. Que hayas logrado quizá no todo a lo que aspirabas, pero sí lo suficiente como para ir con la cabeza en alto. Que estés orgulloso de todas las vidas que has tocado. Que no le temas al mañana, pues en algún momento no será más que pasado. Y que las heridas, cuando duelen, es cuando están curando.


viernes, 9 de noviembre de 2012

Sólo me gusta estar lejos si a mi vera estás tú.

Rodear con tus brazos suavemente su cuello. Esconder el rostro entre sus ropas e inhalar su aroma. Cerrar irremediablemente los ojos y dejar que te acerque más a él. Notar cómo busca con su rostro tu cuello y te besa delicadamente. Apretar débilmente tus brazos para alargar ese momento.

Esos abrazos que siempre son perfectos.


martes, 6 de noviembre de 2012

Ojalá que empezara de cero, y poderle decir que he pasado la vida sin saber que le espero.

Caminas por la calle. Sientes el gélido viento azotando tu rostro y despeinando tu pelo. Intentas volver a ponerlo en su sitio, pero es inútil. Prosigues la marcha mirando el reloj y acelerando el ritmo. Siluetas borrosas se cruzan en tu camino, apartándose a medida que avanzas u obligándote a rectificar tus pasos. El tiempo se te echa encima, lo sientes. Refugias tus manos en los bolsillos para aislarlos del tiempo que acecha. Ya ves tu destino. Entonces eres consciente de que el cabello se te ha alborotado por completo, de que probablemente tengas la nariz roja y los ojos llorosos del viento, de que tienes la piel helada. De que estás horrible. Y de repente le ves. Tan seguro de sí mismo. Tan cálido. Una sola sonrisa hace que le devuelvas otra. Un solo beso hace que te ruborices. Y entonces te olvidas de tu pelo, de tu rostro, de tus manos. De todo. Sólo existe él, capaz de hacerte sentir preciosa.



domingo, 4 de noviembre de 2012

Nos comemos la noche, cacho a cacho, gramo a gramo.

Ha pasado tiempo. Mucho ya desde que nos vimos por primera vez. Desde que cruzamos las primeras palabras. Desde que nos dimos el primer beso. De nuestro primer abrazo. De nuestras primeras declaraciones de amor. De tantas cosas que un día quise sentir, y que sin darme cuenta se agolparon a las puertas de mi corazón tras conocerte. De tantas cosas que quise oír, y que todavía hoy rondan por mi cabeza como si fuesen las primeras. Creo que puedo recordar cada frase que me dijiste, cada sonrisa tonta que lleva tu nombre, cada silencio lleno de todo aquello que nuestros ojos se dedicaban. El tiempo no pasa igual para todos. Es verdad. Hace exactamente trescientos setenta y tres días desde que nos dimos dos besos. Y parece que fue ayer. Desde entonces todo ha sido un torrente de minutos, segundos y horas, en los que te has asentado en cada uno de mis pensamientos, y en los que te has posado en mis labios y en mi corazón. Aun así, la respiración se me sigue deteniendo cada vez que me miras. Puedo sentir cómo el tiempo se para. Y sólo estamos tú y yo. Te acercas lentamente y el aire se me detiene en los pulmones, hasta que lo exhalo cuando nos volvemos a separar. Eres todos y cada uno de mis latidos.



Welcome to my life.