No hay nadie que no se muera por oír esas dos palabras susurradas con total sinceridad. Una sola mirada basta para saber que es verdad. Un solo beso encierra todos y cada uno de los sentimientos que vuestros corazones son capaces de palpitar. Pero aunque regalemos ese sentimiento con cada vez más facilidad, aunque pueda acabar siendo un tormento que nos persiga día y noche y que desearías enterrar para dejar de sentir, nadie es capaz de definir el significado de esas dos palabras. Esa sensación abstracta que es capaz de dejar satisfechas nuestras necesidades. Quiere dar a entender que te has hecho un hueco en su corazón. Que quiere que le sigas rondando tanto tiempo como estés dispuesta. Que se preocupa por ti. Que cuenta contigo. Que has llegado más allá en su interior que quizá mucha otra gente. Que vales la pena. Y nunca podrás llegar a saber con total seguridad cómo se siente cuando está contigo. Es ese algo al que no llegan las palabras pronunciadas por otra cosa que no sea la aceleración de tus latidos al son de vuestros besos. Puedes estar completamente segura de todo lo que tu corazón alberga, pero si no coses caricias y abrazos a los segundos, si no consigues que su sonrisa se deba a ti, si no haces que su corazón multiplique su tamaño cuando está contigo, y tus pestañas no coquetean con tus pupilas no dejándolas ver cuando vuestras narices se rozan, no valdrá de nada.
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