Llega un momento en la vida en el que se te pasa por la cabeza, aunque sea durante un fugaz segundo, la posibilidad de un futuro alternativo al previsto. Ese momento en el que todo lo que puede ir mal, va mal. Entonces te ves a ti, sola, en un portal desconocido, entre tinieblas, resbalando con la espalda pegada en la pared hasta rozar el suelo. Las manos temblorosas escondiendo un rostro que se ahoga entre lágrimas. Tu garganta emite sonidos que sólo tú has oído en los momentos de mayor desesperación. Tiembla todo tu ser. Todo tu presente. Y, simplemente, te dejas llevar. Ese momento en el que no piensas en nada porque no es necesario. Tu cuerpo conoce toda la información que te ha llevado a agazaparte, a esconderte de la luz del sol. Nada ronda tu mente, pero miles de silenciosos recuerdos asolan tu corazón. Te sientes vacía. Te bloqueas. No conoces ni razón, ni causa, ni remedio. Simplemente rodeas tus piernas con los brazos y las presionas, intentando desaparecer. No quieres ver a nadie. Nada consigue llenar el vacío que dejó él. Palabras de consuelo pasar por tu lado sin ni siquiera rozarte. Te sientes ridícula. Cualquier dolor físico te parece un mero pellizco en comparación con el cansancio mental y emocional que somos capaces de infligirnos a nosotros mismos. Entonces se hace el silencio. Se respira paz. Calma. Te ves desde fuera. Pareces una chica normal. Te faltan horas de sueño, sí. Quizá algo de maquillaje que tape las ojeras. Y una gran manta que tape el corazón, tan deshecho y despedazado que casi es imposible que pueda latir por sí solo.
Entonces parpadeas y te encuentras en el mismo sitio de hace apenas unos segundos. Todo ha sido tan real, tan... horrible. Te giras los grados suficientes para ver su foto y te tranquilizas. Sigue ahí. Contigo. Nada de esto ha pasado realmente. Pero la posibilidad de que pase te hace irremediablemente vulnerable. Sin embargo, ya es demasiado tarde para volver atrás. Y tampoco quieres. No te arrepientes de nada. Todos los momentos vividos, tanto buenos como malos, son vuestros. Y nadie podrá quitaros eso. Habéis compartido una parte de vuestra vida que ninguno recuperaréis, y os habéis calado tan dentro que siempre seréis, de alguna forma, uno parte del otro. Así que simplemente vives. Como hasta ahora. No con la esperanza de evitar de alguna forma una de las posibilidades de un futuro, sino con la certeza de que, pase lo que pase, te seguirás teniendo a ti misma para salir adelante. Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario