martes, 1 de octubre de 2013

Esta noche estamos vivos; con eso es suficiente.

Tumbarme y apoyar mi cabeza en tu pecho ya es una costumbre. No te asustes si te busco con la luz apagada; tus latidos son la cuenta atrás para quedarme dormida mientras tus pies buscan los míos para entrelazarse, y me besas en la frente. No te asustes si en mitad de la noche te suelto; ven. Abrázame más fuerte.

No tengo nada que ofrecerte, es cierto. Sólo ser donde guardes tus tempestades, donde puedas resguardecete del frío, quien te tienda una mano cuando estés en el suelo para volver a caernos juntos una y otra vez.



miércoles, 14 de agosto de 2013

A ver si puedes cogerme ahora que he echado a correr.

Querer eliminar a alguien con tanta urgencia de tu vida, que colapsa cada pensamiento. Todos echándole en cara cosas que ya dudas de si se lo podrás volver a recriminar. De si quieres hacerlo.
  
Dicen que el tiempo y el olvido son como hermanos gemelos; que vas echando de más lo que un día echaste de menos.

Y yo ya quiero echarte. Pero de mi vida. 

No sé si alguna vez llegaste a doler. La verdad es que me enorgullezco de no haberte dado ese placer. Simplemente desapareciste. Cuanto más rápido levantes la tirita, menos sufrirá la carne. Y bueno, lo tuyo fue tan de la noche a la mañana, que parece que no ha pasado. Parece mentira que creyésemos conocernos tanto, que cuando por fin lo hicimos, rompimos todo lo que nos unía. Y reconozco haber pisado los trozos, pero después de que tú lo estrellaras contra el suelo una y otra vez.

Ahora que sé qué eres. Que puedo decir que te conozco y que no me enorgullezco de ello, digo también que no mereces la pena. La mereciste, por supuesto. Y mucho. Pero te alejaste tanto del camino que llevabas, que nadie te reconoce. 

Espero que te alegres tanto como dices de haber cambiado. Madurado es la palabra que usabas.

Irónico.

Mucho.

Y ahora vengo a decirte donde no espero que lo leas, que yo ya. Hasta aquí. Ni malas palabras ni malos pensamientos. Ya no formas parte de mí. Que espero que llegue el día en que te rompas y recuerdes a quién tuviste y por qué ya no. Aunque conociéndote, seguirás recriminándome hasta tu orgullo.

Que por cierto, prueba a tragártelo con un poquito de agua.

O ron.

Pero trágatelo.

Lo agradecerá(s/n).


domingo, 26 de mayo de 2013

Como cuando nos sobraba hasta la piel.

Y es que romper a reír es una preciosa forma de hacernos pedazos, para luego enredarnos entre hilos y agujas de coser. Es una bonita manera de aferrarnos con fuerza. De hacernos uno. Y qué te voy a decir de la risa, si me pierdo entre tus exhalaciones. Si me he acostumbrado ya al sonido de mi voz cuando buscas -y encuentras- formas imposibles de que alarguemos la vida tras bocados de carcajadas. Para luego, como siempre, encarceles el tiempo entre nuestros labios. Y pensar que si no quisiésemos, si no nos separásemos, viviríamos siempre en el mismo segundo. Qué bonito sería vivirte. Vivirnos entre esas cuatro paredes. Y recorrernos de costa a costa mientras me grabas en tus pupilas y mis poros te absorben. 

Hoy estoy romántica. No sé. Será que vengo a hablarte de amor.


domingo, 19 de mayo de 2013

Era el infierno que se fundía en mi boca.


Mi concepto de escapar es el de encerrarme contigo.

Entonces le dibujé un sincero corazón en la espalda. No fue nada premeditado, ni algo de lo que fuese consciente. Simplemente dejé que mis dedos vagaran torpemente por los lunares de su espalda hasta que se centraron en una única zona. A un palmo del hombro derecho tiene un corazón. Mi corazón. Al lado del suyo. Lo recalqué tantas veces sin darme cuenta, que aún sigo dudando de si él sabía qué trazaba. Sólo espero que sepa que siempre lo va a llevar encima.


lunes, 11 de marzo de 2013

Te dolerá sólo al principio. De cada día.

Sigo sin entender qué lleva a las personas a reventarse el corazón en cientos de pedazos, para posteriormente pisotearlos hasta que no quede nada que volver a construir. Ni el menor resquicio de que hubiese pertenecido a alguien mentalmente sano alguna vez. Quién es capaz de quererse tan poco como para anteponer fantasmas de una realidad a su propia felicidad. Quién se conforma con jugar con los reflejos desteñidos de una sonrisa que solía habitar en su día a día, y que ahora no es más que un mero garabato. Quién se esconde tras sus maltrechas costillas para evitar mostrar en lo que se ha convertido... Ni la sombra de lo que una vez fue. Pero mucho más de lo que acabará siendo llevando este ritmo de vida. Hacer golpearse a la mente contra la realidad una y otra vez hasta romperla y volver a construirla a gusto, añadiendo fragmentos que ni son reales, ni lo serán. Fingida complicidad desborda las palabras de quien sabe que estás en su juego y que eres incapaz de salir. No porque no encuentres la fuerza necesaria, sino porque te has aferrado a las cenizas de una vida sabiendo que hace ya tiempo que el cigarrillo se consumió.



domingo, 10 de marzo de 2013

Que como yo a veces sueño, nadie ha soñado contigo.

Me gustaría pasar todo mi tiempo contigo. Suena tonto. Muy tonto. Lo sé. No creas que no pienso en ello. Pero cada vez que hablo contigo se me olvida todo. Lo bueno. Lo malo. Lo interior y lo exterior. Ya puedo estar odiando al mundo o a mí misma, que siempre te acabo sonriendo embobada. Tú. Todas las cosas que dices. Cómo me haces sentir. Pasar de dudar sobre mis sentimientos, sobre cómo sería amar a alguien, a vivirlo cada segundo. Saber lo rápido que ha pasado todo. Lo rápido que puede seguir pasando. Y rememorar cada momento contigo, para acabar sabiendo que desde el primer momento me quedé corta en caricias, besos y abrazos. Que me falta tiempo contigo. Que quisiera repetirte una y otra vez que te quiero. De verdad. Que me encantan todas y cada una de las cosas que haces. Que cuando me miras sin decir nada se me acelera el corazón. Que te echo de menos. Cada día.

 Lo sé.

Muy tonto. 

Te lo dije. 

Pero es que pasar mis noches contigo suena demasiado bien...


miércoles, 27 de febrero de 2013

Son navajas de cartón, pero en tu corazón se hunden sin remedio.

Soy capaz de destruirlo todo. En el momento en el que no encuentro algo sólido bajo mis pies y empiezo a caer, intento aferrarme a cualquier cosa que pueda sostenerme, consiguiendo sólo rasgar la tela de realidad que me rodea, sin evitar la caída. Una y otra vez. Cada nueva caída, desde una altura más alta. Y sigo sin aprender a caer de pie. Empiezo a ver el precipicio antes de sentirlo, y eso no hace más que acelerar el desastre final. Pero esta vez es distinto. Esta vez no caigo de golpe, sino que llevo deslizándome a velocidades vertiginosas desde hace meses. No he sido consciente hasta ahora, por supuesto. Para mí simplemente eran días malos. Pero no. Eran mucho más. Algo que se ha ido acumulando en mí hasta que ha podido romper los hilos que me mantenían de una pieza. Algo que ha roto las bases sobre las que se asentaba todo mi ser. Y es que cuando cada pequeña cosa empieza a afectarte, es el momento de alejarse de toda fuente de intoxicación. Metros. Kilómetros. Nunca habrá suficiente tierra de por medio. Nada que consiga arreglar lo roto que estás por dentro. Volver a juntar los pedazos de ti mismo que llevas arrastrando quizá desde siempre. Pedazos a los que se suman los de otras personas. Cargas innecesarias, por las que luego no encajan tus propias piezas. Esos momentos en los que sólo quieres encerrarte en ti mismo, pidiendo a gritos que alguien llegue para impedírtelo. Alguien que sea capaz de dejarse arañar por tu desesperación para que dejes de temblar bajo la lluvia y para que el viento no siga clavándote los colmillos al pasar. Alguien que te sostenga durante la tormenta.



jueves, 14 de febrero de 2013

Que encuentres un refugio en la tormenta.

Hoy es uno de esos días en los que nadie quiere sentirse desparejado. Niñas con risas nerviosas esperan con ansia alguna nota sorpresa. Alguna rosa. Algo que las haga sentirse menos solas. Pero antes que nada, para no estar sola, debes estar contigo misma. Cuando aprendas a mimarte y a darte los caprichos que te hagan quererte aún más, estarás lista para aceptar lo externo. 

Y es que ser feliz no es cuestión de suerte, sino de ganas.


domingo, 10 de febrero de 2013

Tú no me abandones, que yo ya haré el resto.

Ese momento en el que simplemente explotas. Eran ya tantas las cosas que llevabas grapadas al corazón que el acto más simple hace que descargues todo el torrente de pensamientos y sentimientos que no has podido decirle a nadie, sobre la gente que no tiene culpa de lo que te atormenta. Pero sin embargo, sigues. Dices hasta la última palabra. Lo vomitas todo para que no quede el más mínimo rastro de nada que pueda volver a crecer y dolerte. Porque ya se trata de eso: dolor. Dolor y cansancio mental a partes iguales. Llevas tanto tiempo dándole vueltas a cada conversación que simplemente te atosigas a ti mismo. No quieres seguir así, recriminándote a veces hasta tu propia forma de ser. Quizá es que hemos llegado al límite. Quizá no damos más de sí. Pero todo por lo que hemos pasado, y lo que hemos sido, se merece que nos demos la oportunidad de cerrar las heridas del todo. Tanto para bien como para mal. Sigo sin saber qué fue exactamente lo que ocurrió. Dónde nos perdimos. Sólo tengo seguro que por lo menos yo voy a la deriva. Que necesito dejar las cosas atrás y empezar de cero. No sé si contigo o sin ti, pero sí conmigo misma. Que me lo debo. Que he pasado por muchas cosas, y las últimas no precisamente buenas. Y sólo pido entender en qué parte nos dimos la espalda. En qué momento comencé a llamar blanco a lo que tú llamabas negro. Así de fácil. Quizá esto tenía que pasar, pero sin duda no tenía que haber llegado tan lejos. He llegado a pensar que estoy de más. Que en realidad no era tan importante como creí ser para esa persona. Y la verdad es que ya no importa. El daño está hecho. Poco más puedo decir. No voy a pedir perdón. No creo que tenga que hacerlo. Es posible que me tilden de orgullosa, pero créeme si te digo que en estos casos no lo soy. Nadie mejor que yo sabe las veces que me he tragado el orgullo por salir adelante. Nadie. Tampoco quiero que tú me lo pidas. Estas dos semanas he aprendido a seguir sin ti. Creo que no te he echado de menos porque no acabo de procesar que ya no estés. Que ya no quieras estar. Simplemente espero levantarme una mañana y leer un mensaje tuyo como si nada hubiese pasado. Pero eso ya no es posible. Ni estás tú, ni estoy yo. Y por mucho que me pese, el transcurso del tiempo no hará sino empeorar las cosas. Todo lo que no se ha llegado a decir se va acumulando hasta que llega el punto en el que lo no dicho tiene más importancia que lo que sí, y volvemos al punto de partida.

Que estoy cansada ya de muchas cosas. Sólo quiero acabar.

Como sea.

Yo ya he movido ficha. Te toca a ti.


lunes, 4 de febrero de 2013

Y a la vez reír, y a la vez llorar, y cada uno por su lado nos echamos a volar.

- Es muy especial -resumió, esquivando con la mirada los ojos que le observaban. Dirigió la vista al empañado cristal del bar en el que quedaron hacía ya una hora. Unas perezosas gotas descendían fundiéndose unas con otras, mientras se oía el repiqueteo de la lluvia contra la fachada. - Es una sensación que ya había olvidado. Por malo que haya sido el día, siempre me espera ella con su sonrisa amable. Quiero pensar que es exclusivamente mía. Inclina levemente la cabeza hacia un lado y sonríe. Lo hace todo tan fácil. Sé que quizá no soy bueno para ella, pero me mira con esos ojos, haciéndome sentir único, y se me olvida todo lo demás. De veras que podría pasarme inviernos enteros entre sus brazos, y siempre sería como la primera vez. No quiero perderla, ¿sabes? Ella ha significado muchas cosas - volvió la vista a la taza de café que humeaba entre sus manos.

- Entonces, ¿qué problema hay?
- Que algún día se dará cuenta de que puede comerse el mundo. De que puede encontrar a alguien que le dé todo lo que ella necesita. Que quizá llegue el día en que me diga adiós y tenga que aprender a vivir sin ella. Ese es el problema. Tengo miedo de que no me necesite tanto como yo a ella.


viernes, 1 de febrero de 2013

Sometimes I think that it's better to never ask why.

- No quiero saber nada de ti. Todo lo que tengas que decirme a partir de ahora, está de más. Así que por favor, no insistas.

Y así fue cómo interpretaron mis oídos las palabras de una de esas personas que no esperas nunca que puedan fallarte. De una de esas que siempre ha parecido que iba a estar para cualquier complicación. No es que nunca le haya pedido nada, sino que daba por supuesto que estaría dispuesta a ayudarme a salir del paso sin pedírselo. Pero supongo que no puedes pensar por la otra persona, ni intentar siquiera que se dé cuenta de cómo piensas tú. Quizá porque yo necesito ponerme en el lugar de otras personas y ser abierta de mente para intentar comprender el por qué de sus actos, intenté creer que el resto de personas que me rodea era de la misma manera. Pero ni soy perfecta, ni tengo intención de serlo. Soy de una determinada manera que no tiene que ser del agrado de todo el mundo. Necesito pedir perdón a aquellas personas a las que he podido causar alguna molestia en algún momento. No para que se les olvide el daño que he podido causarles, sino para cerciorarme de poder pasar página. De que no pasarán los años y en algún momento me daré cuenta de lo que hice y arrepentirme, ni saber que alguien lo puede estar pasando mal, siendo yo el motivo. Así que lo siento, pero mi deber moral es evitar el dolor a las personas. Ni me gusta, ni lo pretendo. Simplemente intento hacer lo mejor para no arrepentirme dentro de un tiempo, y poder dar consejos a mis personas cercanas sabiendo que de vez en cuando, yo también los sigo. 
 
Y una vez que me he decidido a hacer lo correcto, a enmendar mis errores, llego más indefensa moralmente que nunca, necesitando esas palabras que siempre me hacen renacer. Pero, en vez de eso, me encuentro con una puerta cerrada. Ni explicaciones, ni excusas. Nada. Y cuanto más intento entrar, más candados aparecen. En esos momentos de desesperación, de incredulidad, la puerta se abre unos centímetros y deja entrever un oscuro rostro exento de sentimientos, que te escupe que has llegado a tu límite y al suyo, que le has decepcionado, y que lo mejor es no hablarse por un tiempo. Dejar las cosas estar. Y por más que te esfuerzas, eres incapaz de contestar. Tu mente te ha forzado a entender que quizá la culpa no sea realmente tuya. Eres consciente de la razón y credibilidad que han llevado tus palabras, y no te arrepientes de nada. Quizá sí de esperar más de los demás, pero no de hacer lo que en ese momento creíste correcto. Y sigues creyéndolo. Así que, ¿para qué insistir? ¿Por qué te vas a esforzar tú en arreglar algo que ni siquiera has roto? ¿Algo que otra persona se esfuerza por volver a romper? Una cosa es ceder en algunos aspectos, y otra muy distinta es modificar completamente tus principios porque no son del agrado de los demás. 

Así que, sintiéndolo de corazón, si no estás para esto, creo que no eres lo que buscaba.


miércoles, 23 de enero de 2013

Sin ti será mi desventura.

"Es el momento de escribirte lo que nunca fui capaz de decirte, aunque sea tarde. De escribir lo que ha sucedido en una carta que no te voy a mandar, que no vas a recibir nunca. Que, como tú me enseñaste, en cuanto acabe de escribirla la quemaré. Mis sentimientos se pondrán a arder y ese dolor, ¿cómo era? Cómo decías tú... Ah ya, "así el dolor no se te queda tan dentro".

Esta vez sólo quiero ser claro. Sería un imbécil si no gritara que me he equivocado contigo, que la he cagado pero bien desde el principio. Que he intentado avanzar sin apartar antes las cosas que me lo impedían, agarrado al pasado, mirando para atrás, queriendo olvidar pero sin parar de recordar... Qué locura.

Empeñado en quedarme allí, en medio de un lado y del otro, sin perdonar, sin perdonarme, sin avanzar. ¿Dónde está el secreto del futuro, Gin? Puede que esté en fijarse bien y en avanzar. Mirar más cerca. Más. Tan cerca que lo borroso se vuelve nítido, se vuelve claro... ¡Claro! Hay cosas que pasaron antes, mucho antes. Y no quiero esperar milagros, sólo que las cosas pasen.

Sí, no, sí, no, sí, no... Yo antes lo tenía claro, pero ahora ya no depende de mí, sino de ti.

Te quiero".


"Querida Gin, Tonic"

Tengo ganas de ti.

martes, 22 de enero de 2013

Para matar mis dudas, subir hasta tu luna.

Supongo que cuando alguien decide contarte sus intimidades, la historia de su vida, es porque o bien decide que deberías saberlo, o confía en ti. Sea como fuere, el hecho de querer que escuches cosas que no ha querido contarle a todo el mundo es, en mi opinión, un acto de valentía. Por supuesto no sabe cómo te lo vas a tomar. Si te vas a reír, si vas a salir corriendo. Si nunca más volverás a verle de la misma manera. Pero el hecho de que se abra contigo, de que quizá quiera que le llegues a conocer, es algo indescriptible. El importarle tanto a alguien como para no querer tener secretos contigo, es algo que siempre he anhelado. Algo que tengo. Y que no cambio por nada. Tener la seguridad de que va a escuchar todo lo que estés dispuesto a contarle. Explayarte tanto como puedas. Que se interese en ti. En conocerte. Ese, sin duda, es el mayor de los regalos.
 
 

sábado, 12 de enero de 2013

Dime por quién mojas tus pestañas.

He pasado muchas cosas, sí, y puedo afirmar con total certeza que soy fruto de todos y cada uno de mis errores más que de mis aciertos. Porque, si algo lo haces bien a la primera, a medida que pase el tiempo no tendrás nada que te lo recuerde. Ni cicatrices, ni huecos en el alma, ni rozaduras. Nada que haga ver hasta dónde has llegado desde entonces. Y sí, todo el mundo querría una vida en la que llegásemos al final sin una sola magulladura, pero lo bonito es ver a alguien que ha sabido hacerse fuerte a base de mil y una caídas. Contar toda una vida con una sola mirada. Que una lágrima encierre cada sentimiento que tu cuerpo no es capaz de asimilar. Que la experiencia sea tu sexto sentido. Poner sobre la mesa todos los malos ratos, todos los inmerecidos llantos, todos los caminos torcidos, esperando que alguien sea capaz de cogerte de las manos y rellenar todos los huecos que el resto de gente fue abriéndose en ti. Cerrar vuestras heridas. Sostenerte en medio del silencio. Volver a ser uno.


domingo, 6 de enero de 2013

Un rayito de sol que me ayude a vivir.

Hoy es uno de esos días en los que sé que mi corazón es tuyo. Ni sé por cuánto tiempo, ni si con mayor o menor intensidad a medida que pase el tiempo. Haz con él lo que quieras. Hace ya tiempo que vuelo sin él. Me he acostumbrado a que cuelgue del tuyo. Así, si ese cae, el mío es el primero en rozar el suelo, y si se eleva, siempre le seguirá de cerca. Pero está bien. Estoy bien. Mejor que nunca.


miércoles, 2 de enero de 2013

Dime cuánto hay que remar para llegar a tus pies.

Y me he dado cuenta, quizá demasiado tarde, quizá demasiado pronto, de que nada es demasiado importante. Lo que hoy nubla tu mirada y tu mente, mañana no será más que una fina neblina. Que no merece la pena atormentar al corazón con problemas inexistentes. Que de nada sirve intentar ayudar a los demás y comerte la cabeza por ellos si a cambio sólo recibes indiferencia. Que al final del camino, sólo te tendrás a ti mismo, y que por ello debes anteponerte a todo lo demás. Que vales la pena. Mucho. Y que dependes de ti mismo para seguir avanzando y sentirte querido. Que el calor de unos brazos que te esperen cada noche es importante, por supuesto, pero que si no tienes un buen corazón que sea capaz de guardar tanto sentimiento, no es más que energía malgastada. Que la opinión de los demás no son más que meros comentarios. Que si sabes lo que vales, no tienen ni que rozarte, y mucho menos hacerte replantear tu forma de vida. Que somos todo lo que hemos vivido. Los golpes de la vida, las ilusiones, nuestras metas, muestras de cariño, experiencias, tormentos. Todo en distinta proporción, pero dándonos forma. Que si hoy es un mal día, mañana seguro que sale el sol antes de tiempo. Que si alguien te hace daño, otros se mueren por cerrar tus heridas. Que las decepciones no acaban siendo más que otra capa de protección adherida a tu corazón. Que tu vida se regirá según tus decisiones, y al final del camino, de nada sirve haber sabido amueblar la vida de los demás si la tuya sigue en obras. Y que, si algo merece la pena y luchas con cada músculo de tu cuerpo para lograr que salga adelante, no tendrás nada que reprocharte. Jamás.



Welcome to my life.