- Es muy especial -resumió, esquivando con la mirada los ojos que le observaban. Dirigió la vista al empañado cristal del bar en el que quedaron hacía ya una hora. Unas perezosas gotas descendían fundiéndose unas con otras, mientras se oía el repiqueteo de la lluvia contra la fachada. - Es una sensación que ya había olvidado. Por malo que haya sido el día, siempre me espera ella con su sonrisa amable. Quiero pensar que es exclusivamente mía. Inclina levemente la cabeza hacia un lado y sonríe. Lo hace todo tan fácil. Sé que quizá no soy bueno para ella, pero me mira con esos ojos, haciéndome sentir único, y se me olvida todo lo demás. De veras que podría pasarme inviernos enteros entre sus brazos, y siempre sería como la primera vez. No quiero perderla, ¿sabes? Ella ha significado muchas cosas - volvió la vista a la taza de café que humeaba entre sus manos.
- Entonces, ¿qué problema hay?
- Que algún día se dará cuenta de que puede comerse el mundo. De que puede encontrar a alguien que le dé todo lo que ella necesita. Que quizá llegue el día en que me diga adiós y tenga que aprender a vivir sin ella. Ese es el problema. Tengo miedo de que no me necesite tanto como yo a ella.
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