domingo, 10 de febrero de 2013

Tú no me abandones, que yo ya haré el resto.

Ese momento en el que simplemente explotas. Eran ya tantas las cosas que llevabas grapadas al corazón que el acto más simple hace que descargues todo el torrente de pensamientos y sentimientos que no has podido decirle a nadie, sobre la gente que no tiene culpa de lo que te atormenta. Pero sin embargo, sigues. Dices hasta la última palabra. Lo vomitas todo para que no quede el más mínimo rastro de nada que pueda volver a crecer y dolerte. Porque ya se trata de eso: dolor. Dolor y cansancio mental a partes iguales. Llevas tanto tiempo dándole vueltas a cada conversación que simplemente te atosigas a ti mismo. No quieres seguir así, recriminándote a veces hasta tu propia forma de ser. Quizá es que hemos llegado al límite. Quizá no damos más de sí. Pero todo por lo que hemos pasado, y lo que hemos sido, se merece que nos demos la oportunidad de cerrar las heridas del todo. Tanto para bien como para mal. Sigo sin saber qué fue exactamente lo que ocurrió. Dónde nos perdimos. Sólo tengo seguro que por lo menos yo voy a la deriva. Que necesito dejar las cosas atrás y empezar de cero. No sé si contigo o sin ti, pero sí conmigo misma. Que me lo debo. Que he pasado por muchas cosas, y las últimas no precisamente buenas. Y sólo pido entender en qué parte nos dimos la espalda. En qué momento comencé a llamar blanco a lo que tú llamabas negro. Así de fácil. Quizá esto tenía que pasar, pero sin duda no tenía que haber llegado tan lejos. He llegado a pensar que estoy de más. Que en realidad no era tan importante como creí ser para esa persona. Y la verdad es que ya no importa. El daño está hecho. Poco más puedo decir. No voy a pedir perdón. No creo que tenga que hacerlo. Es posible que me tilden de orgullosa, pero créeme si te digo que en estos casos no lo soy. Nadie mejor que yo sabe las veces que me he tragado el orgullo por salir adelante. Nadie. Tampoco quiero que tú me lo pidas. Estas dos semanas he aprendido a seguir sin ti. Creo que no te he echado de menos porque no acabo de procesar que ya no estés. Que ya no quieras estar. Simplemente espero levantarme una mañana y leer un mensaje tuyo como si nada hubiese pasado. Pero eso ya no es posible. Ni estás tú, ni estoy yo. Y por mucho que me pese, el transcurso del tiempo no hará sino empeorar las cosas. Todo lo que no se ha llegado a decir se va acumulando hasta que llega el punto en el que lo no dicho tiene más importancia que lo que sí, y volvemos al punto de partida.

Que estoy cansada ya de muchas cosas. Sólo quiero acabar.

Como sea.

Yo ya he movido ficha. Te toca a ti.


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