miércoles, 14 de agosto de 2013

A ver si puedes cogerme ahora que he echado a correr.

Querer eliminar a alguien con tanta urgencia de tu vida, que colapsa cada pensamiento. Todos echándole en cara cosas que ya dudas de si se lo podrás volver a recriminar. De si quieres hacerlo.
  
Dicen que el tiempo y el olvido son como hermanos gemelos; que vas echando de más lo que un día echaste de menos.

Y yo ya quiero echarte. Pero de mi vida. 

No sé si alguna vez llegaste a doler. La verdad es que me enorgullezco de no haberte dado ese placer. Simplemente desapareciste. Cuanto más rápido levantes la tirita, menos sufrirá la carne. Y bueno, lo tuyo fue tan de la noche a la mañana, que parece que no ha pasado. Parece mentira que creyésemos conocernos tanto, que cuando por fin lo hicimos, rompimos todo lo que nos unía. Y reconozco haber pisado los trozos, pero después de que tú lo estrellaras contra el suelo una y otra vez.

Ahora que sé qué eres. Que puedo decir que te conozco y que no me enorgullezco de ello, digo también que no mereces la pena. La mereciste, por supuesto. Y mucho. Pero te alejaste tanto del camino que llevabas, que nadie te reconoce. 

Espero que te alegres tanto como dices de haber cambiado. Madurado es la palabra que usabas.

Irónico.

Mucho.

Y ahora vengo a decirte donde no espero que lo leas, que yo ya. Hasta aquí. Ni malas palabras ni malos pensamientos. Ya no formas parte de mí. Que espero que llegue el día en que te rompas y recuerdes a quién tuviste y por qué ya no. Aunque conociéndote, seguirás recriminándome hasta tu orgullo.

Que por cierto, prueba a tragártelo con un poquito de agua.

O ron.

Pero trágatelo.

Lo agradecerá(s/n).


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