He pasado muchas cosas, sí, y puedo afirmar con total certeza que soy fruto de todos y cada uno de mis errores más que de mis aciertos. Porque, si algo lo haces bien a la primera, a medida que pase el tiempo no tendrás nada que te lo recuerde. Ni cicatrices, ni huecos en el alma, ni rozaduras. Nada que haga ver hasta dónde has llegado desde entonces. Y sí, todo el mundo querría una vida en la que llegásemos al final sin una sola magulladura, pero lo bonito es ver a alguien que ha sabido hacerse fuerte a base de mil y una caídas. Contar toda una vida con una sola mirada. Que una lágrima encierre cada sentimiento que tu cuerpo no es capaz de asimilar. Que la experiencia sea tu sexto sentido. Poner sobre la mesa todos los malos ratos, todos los inmerecidos llantos, todos los caminos torcidos, esperando que alguien sea capaz de cogerte de las manos y rellenar todos los huecos que el resto de gente fue abriéndose en ti. Cerrar vuestras heridas. Sostenerte en medio del silencio. Volver a ser uno.
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