martes, 6 de noviembre de 2012

Ojalá que empezara de cero, y poderle decir que he pasado la vida sin saber que le espero.

Caminas por la calle. Sientes el gélido viento azotando tu rostro y despeinando tu pelo. Intentas volver a ponerlo en su sitio, pero es inútil. Prosigues la marcha mirando el reloj y acelerando el ritmo. Siluetas borrosas se cruzan en tu camino, apartándose a medida que avanzas u obligándote a rectificar tus pasos. El tiempo se te echa encima, lo sientes. Refugias tus manos en los bolsillos para aislarlos del tiempo que acecha. Ya ves tu destino. Entonces eres consciente de que el cabello se te ha alborotado por completo, de que probablemente tengas la nariz roja y los ojos llorosos del viento, de que tienes la piel helada. De que estás horrible. Y de repente le ves. Tan seguro de sí mismo. Tan cálido. Una sola sonrisa hace que le devuelvas otra. Un solo beso hace que te ruborices. Y entonces te olvidas de tu pelo, de tu rostro, de tus manos. De todo. Sólo existe él, capaz de hacerte sentir preciosa.



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Welcome to my life.