No me importa lo que pasará mañana. Tampoco tengo en cuenta lo que ocurrió en el pasado. Por supuesto sé que tuvo lugar. Y soy consciente de su importancia. Pero ahora mismo no es una de mis prioridades. Conozco eso de: vive el momento, que todo el mundo ha pronunciado alguna vez, pero sinceramente, no creo en ello. No puedes aprovechar cada instante de tu vida. Harás cosas que no te gusten, que no merecerán la pena a largo plazo. Dicen que debes vivir de forma que cada día te vayas a la cama sin arrepentirte de nada. En paz contigo mismo. Pero no todos los días son tan perfectos como quisiésemos. Ni lo serán. Un día te levantas sin energía, y esas veinticuatro horas pueden acabar conteniendo recuerdos que conservarás de por vida. O, por el contrario, puedes levantarte con ganas de comerte el mundo y, por circunstancias ajenas a ti, acabes enterrado entre las sábanas, sin querer saber nada de nadie. Sea como fuere, no vivas cada día como si fuese el último, sino para que, al final, haber vivido haya valido la pena. Que hayas logrado quizá no todo a lo que aspirabas, pero sí lo suficiente como para ir con la cabeza en alto. Que estés orgulloso de todas las vidas que has tocado. Que no le temas al mañana, pues en algún momento no será más que pasado. Y que las heridas, cuando duelen, es cuando están curando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario