Ríe. Llora. Grita. Pero nunca te arrepientas de nada,
porque somos lo que hemos sido, lo que hemos dicho, lo que hemos hecho y lo que
hemos sufrido. No quieras borrar partes de tu pasado o querer que vuelvan a ser
como antes, pues sólo conseguirás hundirte cada vez más en el dolor que te
produce saber que eras feliz. Que los dos lo érais. Pero no creas que jamás
verás las estrellas de la misma manera. Pues, aunque vistas desde otro lugar,
siguen siendo igual de hermosas. Incluso más. Porque lo hermoso no depende de
las cosas, sino de los ojos de quien las mira. Y saber que está contigo lo más
bonito de tu vida te hace pensar en todo y en nada a la vez. Recordar el camino
que seguiste hace que te replantees las decisiones que has tomado. Y, por
supuesto, si decides mirar atrás y retomar un camino de ya hace tiempo, ten por
seguro que seguirás alcanzando la felicidad, ya sea tomando un atajo o la
carretera más larga. Porque nadie puede decirnos que algo no es posible. Que no
está a nuestro alcance. Que siempre nos arrepentiremos. Porque es posible que,
gracias a esa decisión, tengas personas a tu alrededor que estén ahí para
recordarte lo especial que eres y todo lo que vales. Así que, ¿por qué no? La
vida es corta dicen. Demasiados errores por cometer en tan poco tiempo.
Demasiadas locuras. Demasiadas cosas que merecen la pena. Demasiadas alegrías.
Tristezas. Caídas. Recuperaciones. Esperanzas. Sueños. Recuerdos. Demasiado por
hacer. Así que por qué no. Quizás mirar atrás lo sea todo. Quizás no sea nada.
Pero pase lo que pase, es. Y eso es lo más importante. Porque es posible que,
gracias a esa decisión, tengas a tu lado a lo más importante. Y si después de
echar la vista atrás sigues con lágrimas en los ojos y con el corazón en un
puño, tampoco pasa nada. Tendrás a gente que te ayude a volver a levantarte.
Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario