Carcajadas. Una tras otra. El frío recorriendo cada uno de los recovecos de sus cuerpos. Vaho fluyendo por la fría atmósfera que les acoge. Todo tan inocente. Tan perfecto. Paseos por la ciudad sin más compañía que sus corazones dispuestos a amar. A dar todo de sí mismos. Unos pies que rebajan su ritmo hasta quedarse estáticos. Otros, curiosos, retroceden unos metros hasta llegar a su encuentro. Cuando sólo les separan un par de pasos, se vuelven más lentos hasta llegar a rozar sus zapatos. Una mirada. Una sola mirada eterna le arranca una sonrisa. Ella se esconde tras la bufanda. Él, tras sus sentimientos. El rubor de las mejillas aumenta a medida que le retira el pelo de la cara y le acaricia suavemente la mejilla. En un lento pero decidido movimiento, sus narices llegan a tocarse. Se tantean con la mirada. Se les para el corazón. Y en un beso sellan aquello que quieren llegar a ser.
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