miércoles, 10 de octubre de 2012

Y si me haces sonreír, tiembla el mundo cuando muerdo.

Perdida en mis pensamientos, en mi mundo. Pensando en todo y en nada. En una felicidad tan ridícula que parece imposible. Entonces, me llega: su olor. No sé dé dónde viene ni quién lo emana. Despierto de mí misma y me encuentro sola en casa, pero de algún sitio tiene que proceder. Cerca, muy cerca. Entonces bajo levemente la cabeza. Yo. Soy yo. ¿Puede ser? ¿Puede ser que yo huela a él? Quizá mi pelo, quizá mi piel. Pero no, hace tiempo que no estoy junto a él... ¿entonces? Tan cerca y a la vez tan lejos. No sé si fue una ilusión, un fenómeno, pero durante un instante, una leve sonrisa asomó a mis labios. Durante un instante, me sentí como si hundiese mi rostro en el hueco de su clavícula, dejando escapar un suspiro. Al cabo de un rato busqué su olor de nuevo, pero lo único que encontré inclinando el rostro hacia mí, fue un colgante. Su colgante. Otra leve sonrisa...



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