domingo, 10 de marzo de 2013

Que como yo a veces sueño, nadie ha soñado contigo.

Me gustaría pasar todo mi tiempo contigo. Suena tonto. Muy tonto. Lo sé. No creas que no pienso en ello. Pero cada vez que hablo contigo se me olvida todo. Lo bueno. Lo malo. Lo interior y lo exterior. Ya puedo estar odiando al mundo o a mí misma, que siempre te acabo sonriendo embobada. Tú. Todas las cosas que dices. Cómo me haces sentir. Pasar de dudar sobre mis sentimientos, sobre cómo sería amar a alguien, a vivirlo cada segundo. Saber lo rápido que ha pasado todo. Lo rápido que puede seguir pasando. Y rememorar cada momento contigo, para acabar sabiendo que desde el primer momento me quedé corta en caricias, besos y abrazos. Que me falta tiempo contigo. Que quisiera repetirte una y otra vez que te quiero. De verdad. Que me encantan todas y cada una de las cosas que haces. Que cuando me miras sin decir nada se me acelera el corazón. Que te echo de menos. Cada día.

 Lo sé.

Muy tonto. 

Te lo dije. 

Pero es que pasar mis noches contigo suena demasiado bien...


miércoles, 27 de febrero de 2013

Son navajas de cartón, pero en tu corazón se hunden sin remedio.

Soy capaz de destruirlo todo. En el momento en el que no encuentro algo sólido bajo mis pies y empiezo a caer, intento aferrarme a cualquier cosa que pueda sostenerme, consiguiendo sólo rasgar la tela de realidad que me rodea, sin evitar la caída. Una y otra vez. Cada nueva caída, desde una altura más alta. Y sigo sin aprender a caer de pie. Empiezo a ver el precipicio antes de sentirlo, y eso no hace más que acelerar el desastre final. Pero esta vez es distinto. Esta vez no caigo de golpe, sino que llevo deslizándome a velocidades vertiginosas desde hace meses. No he sido consciente hasta ahora, por supuesto. Para mí simplemente eran días malos. Pero no. Eran mucho más. Algo que se ha ido acumulando en mí hasta que ha podido romper los hilos que me mantenían de una pieza. Algo que ha roto las bases sobre las que se asentaba todo mi ser. Y es que cuando cada pequeña cosa empieza a afectarte, es el momento de alejarse de toda fuente de intoxicación. Metros. Kilómetros. Nunca habrá suficiente tierra de por medio. Nada que consiga arreglar lo roto que estás por dentro. Volver a juntar los pedazos de ti mismo que llevas arrastrando quizá desde siempre. Pedazos a los que se suman los de otras personas. Cargas innecesarias, por las que luego no encajan tus propias piezas. Esos momentos en los que sólo quieres encerrarte en ti mismo, pidiendo a gritos que alguien llegue para impedírtelo. Alguien que sea capaz de dejarse arañar por tu desesperación para que dejes de temblar bajo la lluvia y para que el viento no siga clavándote los colmillos al pasar. Alguien que te sostenga durante la tormenta.



jueves, 14 de febrero de 2013

Que encuentres un refugio en la tormenta.

Hoy es uno de esos días en los que nadie quiere sentirse desparejado. Niñas con risas nerviosas esperan con ansia alguna nota sorpresa. Alguna rosa. Algo que las haga sentirse menos solas. Pero antes que nada, para no estar sola, debes estar contigo misma. Cuando aprendas a mimarte y a darte los caprichos que te hagan quererte aún más, estarás lista para aceptar lo externo. 

Y es que ser feliz no es cuestión de suerte, sino de ganas.


domingo, 10 de febrero de 2013

Tú no me abandones, que yo ya haré el resto.

Ese momento en el que simplemente explotas. Eran ya tantas las cosas que llevabas grapadas al corazón que el acto más simple hace que descargues todo el torrente de pensamientos y sentimientos que no has podido decirle a nadie, sobre la gente que no tiene culpa de lo que te atormenta. Pero sin embargo, sigues. Dices hasta la última palabra. Lo vomitas todo para que no quede el más mínimo rastro de nada que pueda volver a crecer y dolerte. Porque ya se trata de eso: dolor. Dolor y cansancio mental a partes iguales. Llevas tanto tiempo dándole vueltas a cada conversación que simplemente te atosigas a ti mismo. No quieres seguir así, recriminándote a veces hasta tu propia forma de ser. Quizá es que hemos llegado al límite. Quizá no damos más de sí. Pero todo por lo que hemos pasado, y lo que hemos sido, se merece que nos demos la oportunidad de cerrar las heridas del todo. Tanto para bien como para mal. Sigo sin saber qué fue exactamente lo que ocurrió. Dónde nos perdimos. Sólo tengo seguro que por lo menos yo voy a la deriva. Que necesito dejar las cosas atrás y empezar de cero. No sé si contigo o sin ti, pero sí conmigo misma. Que me lo debo. Que he pasado por muchas cosas, y las últimas no precisamente buenas. Y sólo pido entender en qué parte nos dimos la espalda. En qué momento comencé a llamar blanco a lo que tú llamabas negro. Así de fácil. Quizá esto tenía que pasar, pero sin duda no tenía que haber llegado tan lejos. He llegado a pensar que estoy de más. Que en realidad no era tan importante como creí ser para esa persona. Y la verdad es que ya no importa. El daño está hecho. Poco más puedo decir. No voy a pedir perdón. No creo que tenga que hacerlo. Es posible que me tilden de orgullosa, pero créeme si te digo que en estos casos no lo soy. Nadie mejor que yo sabe las veces que me he tragado el orgullo por salir adelante. Nadie. Tampoco quiero que tú me lo pidas. Estas dos semanas he aprendido a seguir sin ti. Creo que no te he echado de menos porque no acabo de procesar que ya no estés. Que ya no quieras estar. Simplemente espero levantarme una mañana y leer un mensaje tuyo como si nada hubiese pasado. Pero eso ya no es posible. Ni estás tú, ni estoy yo. Y por mucho que me pese, el transcurso del tiempo no hará sino empeorar las cosas. Todo lo que no se ha llegado a decir se va acumulando hasta que llega el punto en el que lo no dicho tiene más importancia que lo que sí, y volvemos al punto de partida.

Que estoy cansada ya de muchas cosas. Sólo quiero acabar.

Como sea.

Yo ya he movido ficha. Te toca a ti.


lunes, 4 de febrero de 2013

Y a la vez reír, y a la vez llorar, y cada uno por su lado nos echamos a volar.

- Es muy especial -resumió, esquivando con la mirada los ojos que le observaban. Dirigió la vista al empañado cristal del bar en el que quedaron hacía ya una hora. Unas perezosas gotas descendían fundiéndose unas con otras, mientras se oía el repiqueteo de la lluvia contra la fachada. - Es una sensación que ya había olvidado. Por malo que haya sido el día, siempre me espera ella con su sonrisa amable. Quiero pensar que es exclusivamente mía. Inclina levemente la cabeza hacia un lado y sonríe. Lo hace todo tan fácil. Sé que quizá no soy bueno para ella, pero me mira con esos ojos, haciéndome sentir único, y se me olvida todo lo demás. De veras que podría pasarme inviernos enteros entre sus brazos, y siempre sería como la primera vez. No quiero perderla, ¿sabes? Ella ha significado muchas cosas - volvió la vista a la taza de café que humeaba entre sus manos.

- Entonces, ¿qué problema hay?
- Que algún día se dará cuenta de que puede comerse el mundo. De que puede encontrar a alguien que le dé todo lo que ella necesita. Que quizá llegue el día en que me diga adiós y tenga que aprender a vivir sin ella. Ese es el problema. Tengo miedo de que no me necesite tanto como yo a ella.


viernes, 1 de febrero de 2013

Sometimes I think that it's better to never ask why.

- No quiero saber nada de ti. Todo lo que tengas que decirme a partir de ahora, está de más. Así que por favor, no insistas.

Y así fue cómo interpretaron mis oídos las palabras de una de esas personas que no esperas nunca que puedan fallarte. De una de esas que siempre ha parecido que iba a estar para cualquier complicación. No es que nunca le haya pedido nada, sino que daba por supuesto que estaría dispuesta a ayudarme a salir del paso sin pedírselo. Pero supongo que no puedes pensar por la otra persona, ni intentar siquiera que se dé cuenta de cómo piensas tú. Quizá porque yo necesito ponerme en el lugar de otras personas y ser abierta de mente para intentar comprender el por qué de sus actos, intenté creer que el resto de personas que me rodea era de la misma manera. Pero ni soy perfecta, ni tengo intención de serlo. Soy de una determinada manera que no tiene que ser del agrado de todo el mundo. Necesito pedir perdón a aquellas personas a las que he podido causar alguna molestia en algún momento. No para que se les olvide el daño que he podido causarles, sino para cerciorarme de poder pasar página. De que no pasarán los años y en algún momento me daré cuenta de lo que hice y arrepentirme, ni saber que alguien lo puede estar pasando mal, siendo yo el motivo. Así que lo siento, pero mi deber moral es evitar el dolor a las personas. Ni me gusta, ni lo pretendo. Simplemente intento hacer lo mejor para no arrepentirme dentro de un tiempo, y poder dar consejos a mis personas cercanas sabiendo que de vez en cuando, yo también los sigo. 
 
Y una vez que me he decidido a hacer lo correcto, a enmendar mis errores, llego más indefensa moralmente que nunca, necesitando esas palabras que siempre me hacen renacer. Pero, en vez de eso, me encuentro con una puerta cerrada. Ni explicaciones, ni excusas. Nada. Y cuanto más intento entrar, más candados aparecen. En esos momentos de desesperación, de incredulidad, la puerta se abre unos centímetros y deja entrever un oscuro rostro exento de sentimientos, que te escupe que has llegado a tu límite y al suyo, que le has decepcionado, y que lo mejor es no hablarse por un tiempo. Dejar las cosas estar. Y por más que te esfuerzas, eres incapaz de contestar. Tu mente te ha forzado a entender que quizá la culpa no sea realmente tuya. Eres consciente de la razón y credibilidad que han llevado tus palabras, y no te arrepientes de nada. Quizá sí de esperar más de los demás, pero no de hacer lo que en ese momento creíste correcto. Y sigues creyéndolo. Así que, ¿para qué insistir? ¿Por qué te vas a esforzar tú en arreglar algo que ni siquiera has roto? ¿Algo que otra persona se esfuerza por volver a romper? Una cosa es ceder en algunos aspectos, y otra muy distinta es modificar completamente tus principios porque no son del agrado de los demás. 

Así que, sintiéndolo de corazón, si no estás para esto, creo que no eres lo que buscaba.


miércoles, 23 de enero de 2013

Sin ti será mi desventura.

"Es el momento de escribirte lo que nunca fui capaz de decirte, aunque sea tarde. De escribir lo que ha sucedido en una carta que no te voy a mandar, que no vas a recibir nunca. Que, como tú me enseñaste, en cuanto acabe de escribirla la quemaré. Mis sentimientos se pondrán a arder y ese dolor, ¿cómo era? Cómo decías tú... Ah ya, "así el dolor no se te queda tan dentro".

Esta vez sólo quiero ser claro. Sería un imbécil si no gritara que me he equivocado contigo, que la he cagado pero bien desde el principio. Que he intentado avanzar sin apartar antes las cosas que me lo impedían, agarrado al pasado, mirando para atrás, queriendo olvidar pero sin parar de recordar... Qué locura.

Empeñado en quedarme allí, en medio de un lado y del otro, sin perdonar, sin perdonarme, sin avanzar. ¿Dónde está el secreto del futuro, Gin? Puede que esté en fijarse bien y en avanzar. Mirar más cerca. Más. Tan cerca que lo borroso se vuelve nítido, se vuelve claro... ¡Claro! Hay cosas que pasaron antes, mucho antes. Y no quiero esperar milagros, sólo que las cosas pasen.

Sí, no, sí, no, sí, no... Yo antes lo tenía claro, pero ahora ya no depende de mí, sino de ti.

Te quiero".


"Querida Gin, Tonic"

Tengo ganas de ti.

martes, 22 de enero de 2013

Para matar mis dudas, subir hasta tu luna.

Supongo que cuando alguien decide contarte sus intimidades, la historia de su vida, es porque o bien decide que deberías saberlo, o confía en ti. Sea como fuere, el hecho de querer que escuches cosas que no ha querido contarle a todo el mundo es, en mi opinión, un acto de valentía. Por supuesto no sabe cómo te lo vas a tomar. Si te vas a reír, si vas a salir corriendo. Si nunca más volverás a verle de la misma manera. Pero el hecho de que se abra contigo, de que quizá quiera que le llegues a conocer, es algo indescriptible. El importarle tanto a alguien como para no querer tener secretos contigo, es algo que siempre he anhelado. Algo que tengo. Y que no cambio por nada. Tener la seguridad de que va a escuchar todo lo que estés dispuesto a contarle. Explayarte tanto como puedas. Que se interese en ti. En conocerte. Ese, sin duda, es el mayor de los regalos.
 
 

sábado, 12 de enero de 2013

Dime por quién mojas tus pestañas.

He pasado muchas cosas, sí, y puedo afirmar con total certeza que soy fruto de todos y cada uno de mis errores más que de mis aciertos. Porque, si algo lo haces bien a la primera, a medida que pase el tiempo no tendrás nada que te lo recuerde. Ni cicatrices, ni huecos en el alma, ni rozaduras. Nada que haga ver hasta dónde has llegado desde entonces. Y sí, todo el mundo querría una vida en la que llegásemos al final sin una sola magulladura, pero lo bonito es ver a alguien que ha sabido hacerse fuerte a base de mil y una caídas. Contar toda una vida con una sola mirada. Que una lágrima encierre cada sentimiento que tu cuerpo no es capaz de asimilar. Que la experiencia sea tu sexto sentido. Poner sobre la mesa todos los malos ratos, todos los inmerecidos llantos, todos los caminos torcidos, esperando que alguien sea capaz de cogerte de las manos y rellenar todos los huecos que el resto de gente fue abriéndose en ti. Cerrar vuestras heridas. Sostenerte en medio del silencio. Volver a ser uno.


domingo, 6 de enero de 2013

Un rayito de sol que me ayude a vivir.

Hoy es uno de esos días en los que sé que mi corazón es tuyo. Ni sé por cuánto tiempo, ni si con mayor o menor intensidad a medida que pase el tiempo. Haz con él lo que quieras. Hace ya tiempo que vuelo sin él. Me he acostumbrado a que cuelgue del tuyo. Así, si ese cae, el mío es el primero en rozar el suelo, y si se eleva, siempre le seguirá de cerca. Pero está bien. Estoy bien. Mejor que nunca.


miércoles, 2 de enero de 2013

Dime cuánto hay que remar para llegar a tus pies.

Y me he dado cuenta, quizá demasiado tarde, quizá demasiado pronto, de que nada es demasiado importante. Lo que hoy nubla tu mirada y tu mente, mañana no será más que una fina neblina. Que no merece la pena atormentar al corazón con problemas inexistentes. Que de nada sirve intentar ayudar a los demás y comerte la cabeza por ellos si a cambio sólo recibes indiferencia. Que al final del camino, sólo te tendrás a ti mismo, y que por ello debes anteponerte a todo lo demás. Que vales la pena. Mucho. Y que dependes de ti mismo para seguir avanzando y sentirte querido. Que el calor de unos brazos que te esperen cada noche es importante, por supuesto, pero que si no tienes un buen corazón que sea capaz de guardar tanto sentimiento, no es más que energía malgastada. Que la opinión de los demás no son más que meros comentarios. Que si sabes lo que vales, no tienen ni que rozarte, y mucho menos hacerte replantear tu forma de vida. Que somos todo lo que hemos vivido. Los golpes de la vida, las ilusiones, nuestras metas, muestras de cariño, experiencias, tormentos. Todo en distinta proporción, pero dándonos forma. Que si hoy es un mal día, mañana seguro que sale el sol antes de tiempo. Que si alguien te hace daño, otros se mueren por cerrar tus heridas. Que las decepciones no acaban siendo más que otra capa de protección adherida a tu corazón. Que tu vida se regirá según tus decisiones, y al final del camino, de nada sirve haber sabido amueblar la vida de los demás si la tuya sigue en obras. Y que, si algo merece la pena y luchas con cada músculo de tu cuerpo para lograr que salga adelante, no tendrás nada que reprocharte. Jamás.



domingo, 30 de diciembre de 2012

Mi objetivo es coleccionar años contigo.

No hay nadie que no se muera por oír esas dos palabras susurradas con total sinceridad. Una sola mirada basta para saber que es verdad. Un solo beso encierra todos y cada uno de los sentimientos que vuestros corazones son capaces de palpitar. Pero aunque regalemos ese sentimiento con cada vez más facilidad, aunque pueda acabar siendo un tormento que nos persiga día y noche y que desearías enterrar para dejar de sentir, nadie es capaz de definir el significado de esas dos palabras. Esa sensación abstracta que es capaz de dejar satisfechas nuestras necesidades. Quiere dar a entender que te has hecho un hueco en su corazón. Que quiere que le sigas rondando tanto tiempo como estés dispuesta. Que se preocupa por ti. Que cuenta contigo. Que has llegado más allá en su interior que quizá mucha otra gente. Que vales la pena. Y nunca podrás llegar a saber con total seguridad cómo se siente cuando está contigo. Es ese algo al que no llegan las palabras pronunciadas por otra cosa que no sea la aceleración de tus latidos al son de vuestros besos. Puedes estar completamente segura de todo lo que tu corazón alberga, pero si no coses caricias y abrazos a los segundos, si no consigues que su sonrisa se deba a ti, si no haces que su corazón multiplique su tamaño cuando está contigo, y tus pestañas no coquetean con tus pupilas no dejándolas ver cuando vuestras narices se rozan, no valdrá de nada.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Ahora te enseño de dónde vengo y de qué tengo hecho el corazón.

Ella siempre había preferido dormir sola. Poder acaparar por completo el colchón. Enredarse en las sábanas para evitar el frío. Dar vueltas por la cama hasta que el sueño tuviese a bien rondarla. Amanecer sin prisas. Pequeños placeres hasta que él la abrazó por detrás, hundiendo el rostro en su cabello, y sintió su lenta respiración en la nuca a medida que se iba quedando dormido, tan adorable que ella no podía evitar sonreír para sí misma cuando le imaginaba. Un pequeño segundo hizo falta para que ambos se despertaran, para luego abrazarse más fuerte todavía y volver a mecerse en manos de la noche.

Desde entonces, no la importó equivocarse, cometer errores, reír, llorar, caer una y mil veces, siempre y cuando estuviera él para abrazarla por las noches.


martes, 11 de diciembre de 2012

En momentos oscuros, palmadita en la espalda y ya estoy más seguro.

Lo siento, no puedo más. Hoy he llegado a un punto en el que me he dado cuenta de que no avanzo. De que llevo tiempo sin avanzar. Sé que la única culpable soy yo, y asumo todas las consecuencias. Pero ya estoy cansada de estar siempre preocupada por todo, cuidando de los demás, retrocediendo para dar impulso a cualquiera. Seguiré estando ahí, por supuesto, para quien me necesite. Pero no haré más de lo que ellos estén dispuestos a hacer por mí. Necesito cambiar. Sé que no voy a llegar a buen puerto si no. De momento, estoy flotando a la deriva... Y no diviso tierra por ninguna parte. Voy a avanzar y no voy a arrastrar a nadie, simplemente daré la mano a quien esté dispuesto a seguir mi ritmo. He puesto punto y final a mi vida hasta ahora. De aquí en adelante no miraré atrás. Nada es lo suficientemente importante como para hacerme perder el rumbo, pero sí hay personas por las que sería capaz de reducir la velocidad. Ahora y siempre.



lunes, 10 de diciembre de 2012

Morirse un poquito con tanto silencio, cerrar las cortinas, buscar otro aliento.

Llega un momento en la vida en el que se te pasa por la cabeza, aunque sea durante un fugaz segundo, la posibilidad de un futuro alternativo al previsto. Ese momento en el que todo lo que puede ir mal, va mal. Entonces te ves a ti, sola, en un portal desconocido, entre tinieblas, resbalando con la espalda pegada en la pared hasta rozar el suelo. Las manos temblorosas escondiendo un rostro que se ahoga entre lágrimas. Tu garganta emite sonidos que sólo tú has oído en los momentos de mayor desesperación. Tiembla todo tu ser. Todo tu presente. Y, simplemente, te dejas llevar. Ese momento en el que no piensas en nada porque no es necesario. Tu cuerpo conoce toda la información que te ha llevado a agazaparte, a esconderte de la luz del sol. Nada ronda tu mente, pero miles de silenciosos recuerdos asolan tu corazón. Te sientes vacía. Te bloqueas. No conoces ni razón, ni causa, ni remedio. Simplemente rodeas tus piernas con los brazos y las presionas, intentando desaparecer. No quieres ver a nadie. Nada consigue llenar el vacío que dejó él. Palabras de consuelo pasar por tu lado sin ni siquiera rozarte. Te sientes ridícula. Cualquier dolor físico te parece un mero pellizco en comparación con el cansancio mental y emocional que somos capaces de infligirnos a nosotros mismos. Entonces se hace el silencio. Se respira paz. Calma. Te ves desde fuera. Pareces una chica normal. Te faltan horas de sueño, sí. Quizá algo de maquillaje que tape las ojeras. Y una gran manta que tape el corazón, tan deshecho y despedazado que casi es imposible que pueda latir por sí solo.

Entonces parpadeas y te encuentras en el mismo sitio de hace apenas unos segundos. Todo ha sido tan real, tan... horrible. Te giras los grados suficientes para ver su foto y te tranquilizas. Sigue ahí. Contigo. Nada de esto ha pasado realmente. Pero la posibilidad de que pase te hace irremediablemente vulnerable. Sin embargo, ya es demasiado tarde para volver atrás. Y tampoco quieres. No te arrepientes de nada. Todos los momentos vividos, tanto buenos como malos, son vuestros. Y nadie podrá quitaros eso. Habéis compartido una parte de vuestra vida que ninguno recuperaréis, y os habéis calado tan dentro que siempre seréis, de alguna forma, uno parte del otro. Así que simplemente vives. Como hasta ahora. No con la esperanza de evitar de alguna forma una de las posibilidades de un futuro, sino con la certeza de que, pase lo que pase, te seguirás teniendo a ti misma para salir adelante. Siempre.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Y aunque todo gire en otra dirección, eres tú quien le da sentido.

He tomado una decisión: voy a aprovechar cada uno de tus latidos. Absorberé cada una de las palabras que me susurres, me tatuaré tu risa en cada recodo de mi piel, y me gravaré a fuego cada una de tus caricias. Y sé que no será suficiente. Porque, si un día decides irte, ningún recuerdo será lo suficientemente nítido o borroso para que duela menos. Para que duelas menos. Sé que en esos momentos necesitaré olvidarte, dejar de recordar cada paso que diste en mi vida, cada sitio donde te asentaste, pero jamás podré olvidar la tranquilidad de tus brazos y la calma de tu respiración, que se acelera cada vez que apoyo mi cabeza en tu pecho. Nada es para siempre, dicen. Ni vas a estar aquí siempre, ni respirarás para el resto de la historia, ni la gente permanecerá a tu lado en todo momento. Es por eso que, aun sabiendo que me vas a doler como jamás nada me ha dolido, quiero grabar cada uno de tus movimientos en mi memoria, para poder recordarlos en mis días de autodestrucción, y aprovechar cada instante que pase contigo, porque en un futuro, me daré cuenta de que estos fueron buenos tiempos. De que era feliz. Y, quizá, de que lo seguimos siendo.
 
 

domingo, 2 de diciembre de 2012

Sólo sé que tengo el tiempo en mis manos si te quedas un ratito conmigo.

Quiero perderme en ti y en cada momento contigo. Quiero que nunca enciendan la luz, que nunca se haga tarde, que no dejes nunca de mirarme, que haya más sábados en la semana, que “nunca dejaré de besarte” sea nunca, que cuando te vayas mi ropa huela a ti, que se alarguen las despedidas, que me susurres te quiero en el momento justo, que yo lo sienta de la misma forma, saber que es verdad. Quiero más días si son contigo.



Y se metió en mi casa un amanecer...

Ese momento en el que eres feliz. Completamente. No te acabas de creer todo por lo que estás pasando. Cada pequeña parte de tu vida se ve de repente eclipsada por esa sensación de infinito placer. Placer por saber que tu corazón se ha agrandado hasta límites insospechados. Porque todo va bien. Perfectamente. Y porque todavía no eres consciente de todo lo que seguirás sintiendo a medida que vaya pasando el tiempo.


Welcome to my life.