Tengo ganas. Tengo ganas de verte sin esperarte. De girarme y ver que te acercas a mí. De que me beses e inhalar tu frío aliento. De que bromees hasta que la conversación se centre en los demás y nos quedemos tú y yo. De que me cojas de la cadera y te intereses por lo que tenga pensado hacer. Por si volveremos a vernos esa misma noche. Por si me acompañarás a casa. Y entonces nos quedemos a oscuras. Como dos ciegos, dijiste una vez.
miércoles, 31 de octubre de 2012
lunes, 29 de octubre de 2012
No le ofreció la luna, le dijo sólo: "quédate conmigo, no hay fortuna que valga el corazón que te daré".
Todo el mundo ha soñado alguna vez con cómo sería la declaración de quien quiere. De cómo, a partir de ahí, seguirían todas las demás muestras de amor que te profese. Te imaginas situaciones que no se van a dar, al menos no con exactitud. Te imaginas cómo te sentirás. Qué responderás. Pero nada es tan mágico como cuando esa persona te dice lo que le ronda el corazón. Lo que experimenta cuando está contigo. Y entonces es cuando te das cuenta de que siente más de lo que es capaz de explicar, y de que tú sientes más de lo que creíste posible.
Te paras a pensar en el primer momento en el que pensaste que te gustaba de verdad, y descubres que no te diste cuenta de lo prendida que estabas hasta que ya era demasiado tarde. De que vuestra relación no ha avanzado a trompicones, sino como algo continuo. Os fuisteis enamorando el uno del otro a la vez con pequeños detalles, pequeñas caricias.
Y entonces llega el momento en el que él se para a pensar en ti. En aquello que tiene. Y se dice a sí mismo lo afortunado que es. Entonces es cuando tú te repites todo lo que has ganado desde el momento en el que decidió entrar en tu vida. En lo que seguirás ganando todo el tiempo que quiera permanecer contigo. Y te sientes inmensamente feliz. Por tener ese algo que siempre has estado buscando. Por ser correspondida. Y no concibes nada que sea capaz de hacerte sentir mejor.
sábado, 27 de octubre de 2012
Y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo.
-Sabes que te quiero.
Y otras maneras que tiene de conseguir que le sonrías. Que le respondas con un beso y con un "yo también". Ir andando por la calle y que de repente se pare y te agarre suavemente por detrás. Intentar seguir andando entre risas y que te susurre que dejes de caminar, y que simplemente hunda su rostro en tu cuello y que se quede inhalando tu aroma. Esa forma que tiene de decirte lo que siente a su manera. Esa forma que no cambiarías por nada. A la que ya te has hecho.
viernes, 26 de octubre de 2012
Hoy, corazón, sólo quiero oír tu voz.
Dame la mano. Hagamos locuras. Vayamos a algún lugar donde no nos encuentre nadie. Donde el olvido no tenga lugar. Donde seas todo susurros. Donde jamás tengas dudas. Donde mueras por mí.
Y allí seremos dos. Y el mundo se nos quedará pequeño. Nos perderemos en un pestañeo. Y con las manos al tiempo, mirarnos a los ojos y saber que eso es lo que queremos. Una vida donde lo más lejos sea a tu lado. Donde no exista el tiempo. Donde nunca crezcamos. Y sigamos igual de enamorados mientras me besas en la frente y dices que todo está bien. Que no necesitas nada más. Que no te arrepientes de nada. Que quieres que yo sea lo primero que veas al despertar. Y que las noches se vuelvan infinitas mirando las estrellas y contando lunares en mi piel.
Que la eternidad para ti sea mirarme a los ojos. Y dejar que yo me pierda en los tuyos. Una y otra vez mientras detienes mi corazón con un suspiro y susurras esas dos palabras por las que empecé a morir.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Quisiera envolverte el cielo.
Le miras. Le ves a gusto. Risas. Bromas. Complicidad. Nunca está tan pleno como cuando se siente bien. Te mira. Te coge de la mano. Estás en su mundo. Formas parte de su vida. Y te sientes bien. Te basta con mirarle para sentirte feliz. Completa. Y no puedes evitar sonreír. Acercarte más a él. Hacerle saber que te encanta. Miras alrededor: es imposible que nadie se dé cuenta de aquello que tienes. De aquello que te es correspondido.
Aprietas la mano.
No me sueltes nunca.
Y te entra miedo. Miedo de perderle. Miedo de que encuentre a alguien que llegue más allá en su corazón de lo que tú llegaste. De que se dé cuenta de todo lo que puede encontrar ahí fuera. De que busque algo que no tengas tú. Que nunca tendrás. Y en esos momentos te sientes vacía. Sola.
Entonces ocurre.
Una mirada. Un beso en la frente. Un te quiero al oído. Más de lo que tu corazón puede albergar. Más de lo que nunca pensaste que llegarías a sentir. Y te das cuenta de que merece la pena. De que quizá para él tú lo tengas todo. De que, pase lo que pase, siempre formará parte de ti. De que te completa. Y de que jamás haría nada que pudiera herirte.
Y cada vez más lejos estando tan cerca, y cada vez más nada.
El tiempo se nos escapa. Es una realidad. Se nos escurre entre los dedos y se precipita al vacío. El mirar atrás sólo te hará consciente de lo difusos que son ya algunos de los recuerdos. Olvidarás cosas que juraste que recordarías. Recordarás situaciones que jamás tuvieron lugar. Las palabras nunca permanecerán en tu mente de la misma forma que fueron pronunciadas. Te convencerás de un lugar, de un mes, de una persona. Le darás vueltas a la situación, perfeccionándola, para que al final lo único correcto que guardes sea su nombre y silueta. Pasarán los años y lo único que recordarás serán aquellas cosas que has estado repitiendo toda la vida. Jamás recordarás aquella tarde en tu cuarto, solo, intentando estudiar, con la lluvia repiqueteando contra la ventana. Ni esa noche con la única compañía de unos auriculares, un refresco y la pantalla de un ordenador. Esos pequeños detalles que quedan aislados en alguna parte de nuestra mente. Esos días que invertiste en ti mismo. De los que jamás te sentirás culpable porque serán incapaz de manifestarse. Llegará un momento en el que ni siquiera recuerdes estar leyendo esto. En el que pasarán los años y cualquier texto se te presentará como extraño si no llegó a calarte. En el que situaciones que ahora te quitan el sueño, no serán más que anécdotas.
martes, 23 de octubre de 2012
Unos deciden querer. Otros, demostrarlo.
No quiero que me prometas mil primaveras. Ni mil atardeceres. No quiero que celebres cada día que pases conmigo. Ni siquiera que me prometas toda una vida junto a ti. Lo que yo quiero es algo que marque. Que sea verdadero. Que las palabras sean dichas justo cuando se sientan. Que un "hola bobita" llene más que un "hola mi amor". Que se acelere el corazón con tan solo una mirada. Que un abrazo haga que te recorra un escalofrío. Que un simple beso haga inolvidable toda una noche. Que en una mirada se escapen miles de cosas. Que una despedida siempre te deje con ganas de más. Y es que lo que importa no es el final, sino el camino recorrido.
lunes, 22 de octubre de 2012
Nunca había estado un alma tan rota.
Resignación. Eso que sientes cuando te das cuenta de que no puedes cambiar las cosas. De que no puedes obligar a nadie a permanecer a tu lado. Ese espacio de tiempo en el que cambias una lágrima por un rostro exento de sentimientos, de expresión. Cuando te das cuenta de que en este mundo vuelas solo. De que el resto de personas sólo existe para hacer de nido cuando necesites cobijo, o para cazarte al pasar por su lado. Cuando sabes que ya nada tiene importancia. Que estamos aquí de paso. Y que tienes que aprender a sobrevolar todo aquello que sólo busque hacerte retroceder como persona, hundirte y herirte hasta que sientas que estás de más. Pero esto, como todo, sólo lo aprendes cuando ya te han cazado.
2.
Sin embargo, aunque aquellos con los que llevo toda la vida sepan cómo hacerme daño y no duden en ningún momento el cruzar conmigo palabras de las que quizá se arrepientan, sé que les tengo a ellos. Quienes sin saber si hay algo que me atormenta son capaces de hacerme sonreír simplemente con preocuparse por mí. Con darse cuenta de que sigo aquí. De que siempre lo he estado. Y de que seguiré en este mismo lugar tanto como ellos deseen tenerme cerca. Nunca serán conscientes de todo lo que les debo.
1.
Me gustaría prometerme a mí misma que habrá un momento en que la felicidad no será pasajera. En que sabré sobreponerme a las situaciones y salir adelante, quizá no con una sonrisa, pero sí con una lección aprendida. Espero que llegue el momento en el que un solo aspecto de mi vida que no funcione correctamente, no condicione todos los demás, haciéndome dudar de lo más mínimo. Hasta de lo que tenía por seguro. Y no es que haya empezado a dejar de creer en las cosas, sino que las cosas han empezado a dejar de creer en mí. Quizá esto sea culpa mía. Quizá sea quien lo ha desencadenado todo. Quizá esto estaba tan cerca de la superficie que una pequeña llamarada ha podido arrasarlo todo. Y lo peor no es darme cuenta de que me esto me incumbe totalmente, de que he estado tan sumamente concentrada en mi vida que he descuidado todo lo demás, sino el saber que él jamás reconocerá su parte de culpa. Jamás tendrá remordimientos de conciencia por aquello que está destrozando. No estoy segura siquiera de que se haya dado cuenta de todo lo que ha provocado.
D.
domingo, 21 de octubre de 2012
Mi corazón de repuesto se muere por latir siempre a tu lado.
¿Sabes qué se siente cuando eres completamente feliz? ¿Cuando sabes con certeza que podrías quedarte ahí para siempre? Ese momento en el que sólo quieres que el reloj se detenga, que las partículas de agua que arrastra el viento queden estáticas, que el sonido del río fluyendo se difumine en la oscuridad de la noche. Y entonces sólo queden sus manos rodeándote con suavidad, y su voz acariciándote la nuca. Ese momento en el que te das cuenta de lo enamorada que estás, y en el que no te imaginas lo que puedes llegar a estarlo. Ahora un simple mensaje suyo cuando menos te lo esperas es capaz de tenerte toda una noche suspirando. Pero esto, pequeña, no es más que el principio.
Despertar y ver tu carita reír, sentir lo que nunca pude sentir.
Por mucho que lo intentes, es imposible no expresar en tu estado de ánimo cómo te ha ido el día. Querer ponerle buena cara a la gente cuando por dentro te mueres por llegar a casa y esconderte bajo el edredón, sólo hará que las demás personas confundan si estás así por ellas o si te ha pasado algo. Y ello sólo provoca que te pregunten. Una y otra vez. Es posible que ni tú mismo sepas exactamente qué ha desencadenado esa tormenta dentro de ti. También es posible que no quieras expresarlo en voz alta para no convertirlo en algo real. Sea como fuere, te verás forzado a respirar hondo y prometer que estás bien cuando, en el fondo, lo único que te prometes es que volverás a estarlo. Sin embargo, así como tienes días malos, los buenos brotan en tu calendario tanto en los días soleados como en los lluviosos. Esos que empiezas enérgicamente de la nada, con ayuda de los resquicios del día anterior o con la promesa de un día inolvidable. Esos en los que bajas la mirada sin poder evitarlo y escondes la sonrisa que él te cosió a besos. En los que el recuerdo de una caricia te hace volver a temblar. En los que eres incapaz de contar, si no es en decenas, el número de besos que te dio en la cabeza y que volverías a repetir. Esos en los que te mueres por saber cómo te sorprenderá, cómo hará que no puedas dejar de pensar en él. Esos días como hoy.
viernes, 19 de octubre de 2012
Que seas de esos que nadie recomienda.
Que te rías de todo y de nada. Que intentes cogerme mientras yo me empeño en permanecer en el suelo. Que te metas conmigo y me mires divertido cuando hago como que me enfado sin poder esconder la sonrisa. Que hagas pucheritos para que te bese. Que nos peleemos por pasarnos la lengua por la cara como niños pequeños. Que me busques las cosquillas sin parar hasta que acabemos en el suelo. Que intentes calentar tus manos heladas en mi tripa. Que me des la espalda y pidas que te abrace. Que me mires y acerques lentamente mi rostro al tuyo. Que seas capaz de todo por verme sonreír. Que me cantes canciones que sólo tú conoces. Que recuerdes con exactitud todos los momentos que pasamos juntos. Todo lo que dije. Todo lo que dijiste. Que busques mi mano para entrelazarla con la tuya.
Se trata de gritarnos hasta rompernos los labios.
"No he tenido jamás la intención de dolerte, pero te he dolido..."
"Después de disimular"- Despistaos.
jueves, 18 de octubre de 2012
Busco un mundo mejor y escarbo en mi cajón por si aparece entre mis cosas.
Abrir tu corazón. Desnudar tus sentimientos y ponerlos encima de la mesa a observación. Nada te deja tan indefenso. No depender de ti para que se mantengan de una sola pieza. Esperar con paciencia a que el otro te corresponda abriendo también el suyo, o tener que recogerlos con rapidez para que no te hagan más daño todavía. Pero, si eres correspondido, si esa persona siente lo mismo o incluso más hacia ti, tu corazón aumenta de tamaño hasta alcanzar toda la superficie de tu cuerpo. Y, aunque inmensamente feliz, también eres inmensamente frágil. Estás en manos de esa persona. Es quien decide si dejarte ir o aferrarse más a ti. Aunque también es cierto que cuanto más quieres a alguien, más daño puede hacerte, la verdad es que somos incapaces de dejar de amarle cada día más. Así que debemos dejar de tener miedo a sufrir, o nos cerraremos también las puertas a amar.
Érase una vez, todas las puertas por abrir.
Un día más. Un día menos para el momento de la verdad. Para ver si hemos sabido avanzar juntos. Esto ya es una realidad, algo que ya hemos vivido. Pero también marca lo que podemos vivir. No de nuevo, sino de cero. Nuevos momentos. Nuevos besos. Nuevas caricias. Es momento de empezar a mirar atrás y sorprendernos de nosotros mismos. De todo el camino andado. Así que brindo por seguir avanzando con el mismo ritmo.
miércoles, 17 de octubre de 2012
Que nunca se acabe esta avaricia entre tú y yo.
Me vas a acabar acostumbrando a poner esta sonrisa. Te aviso. Luego no te sorprendas si al verte se me ilumina el rostro de inmediato. O si al abrazarte me niego a dejarte ir. Tú te lo has buscado. Tuviste tu oportunidad de no enamorarme. Si el primer día que me viste hubieses agachado la cabeza y seguido por tu camino, no estaríamos aquí. Si después del primer beso no hubieses seguido buscando mi sonrisa, no estaría escribiéndote. Así que ahora toca hacerse cargo de esto que ambos llevamos sobre los hombros, y tirar hacia adelante.
martes, 16 de octubre de 2012
Ama y ensancha el alma.
Quieres correr, gritar de alegría, contarle al mundo entero cómo te sientes, lo feliz que eres. Te faltan palabras para expresar el torrente de sensaciones que fluye por tus venas. No puedes decir que es el mejor día de tu vida, pero sí uno de los que se le acerca. Entonces notas cómo tu corazón se agranda. Cómo se expande para abarcar más felicidad si cabe. Ama y ensancha el alma, dijeron una vez. Y te preguntas si alguna vez tu corazón recuperará su tamaño. Si en algún momento encontrarás esta felicidad como algo lejano. Y si entonces podrás recordar exactamente cómo te reconforta saber que le importas a alguien. Que le importas de verdad. Y así estar un poco menos sola en los momentos de soledad. Un poco menos vacía.
Es muy duro curarse de lo que cura.
La música es música cuando te emociona. Cuando sabe exactamente qué susurrarte al oído para hacerte sentir mejor, o para arrastrar por tu mente a tus fantasmas. Aquellas en las que una sola nota te despierta y obliga a subir el volumen. Esas que distinguirías en cualquier momento, en cualquier lugar. Que una canción lenta te emocione implica que has sufrido o que estás sufriendo. No hay más. Ese momento en el que entiendes perfectamente la letra, y no lo consideras como una buena rima, o una bonita frase, sino como algo que araña la superficie de tu ser hasta alcanzar tus sentimientos y alinearlos, llegando a tocar cada uno de ellos. Todos conocemos canciones que han sabido arrancarnos una lágrima, un escalofrío. Aquella que al igual que la repites una y otra y otra vez, hay momentos en los que eres incapaz de escucharla. De pensar. En las que sólo quieres mantenerte ocupada para aislar la mente. Esos momentos en los que lo mejor es encender el ordenador, encerrarte en tu cuarto, coger unos cascos, y escuchar canciones nuevas hasta encontrar aquella que se adapte a ti. No que narre con exactitud cómo se te desgarra el corazón cada vez que piensas en tu pasado, sino esa que te dé que pensar. Que te obligue a darle vueltas. Entonces encontrarás las mejores canciones. Las que sin que nadie te la recomendase, sin que la escucharas en ningún momento, se ganan un primer puesto en tu lista de reproducción. Hasta que te susurren más de lo que tu corazón pueda escuchar.
Dame algún motivo para decirle al Sol que sigo estando vivo.
Que te diga que le haces falta, que te echa de menos, y ser incapaz de perder esa sonrisa tan contagiosa que se prolonga por lo que parece una eternidad. Perder por completo la capacidad de concentrarte en cualquier otra cosa. Mirar de reojo la pantalla del teléfono mientras te obligas a ti misma a no hacerlo. A mantenerte activa para que la espera no pueda contigo. Entonces otro mensaje, otra niña tonta sonriéndole a la nada. Otro niño tonto esperando su respuesta. Pequeños enamorados.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)