Amaneces. Te levantas de la cama. Ducha rápida, desayuno. Te arreglas tanto como tus prisas te permiten, y sales de casa. Rutina. Pura rutina. Te pones los cascos y emprendes la marcha. Ojeas el teléfono para elegir canción, cuando lo ves. Un mensaje. Suyo. Tres palabras que hacen que irremediablemente sonrías. La gente te mira por la calle, pero es lo de menos. Se ha acordado de ti. Se ha despertado esa mañana y ha pensado en ti. Nada más importa.

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