Dile que no le echo en falta. Que
todo me sigue yendo bien. Que he conocido a otras personas. Que no volveré. Que
nunca quise que todo esto llegase tan lejos. Que soy feliz. Que fue un error.
Que rehaga su vida.
Pero no le digas que en verdad
nadie me ha hecho reír como sólo él sabía. Que se me sigue cayendo una lágrima
cuando recuerdo lo que vivimos. Lo que llegamos a sentir. Que ya nada sigue su
curso desde que camino sola. Que lo siento por todo el daño. Que podía haber
funcionado, sí. Y querernos más que nadie. Pero que no sé ser de otra manera.
Reconozco todos mis errores. Más
quizá de los que él llegó a ver. Y no hubo un día en el que no me arrepintiera
de todo por lo que le hice pasar. Que no se lo merece. Que quiero que sea feliz.
Por eso, no le digas que le quiero. Ni que no puedo dormir sin llorar en
silencio. Ni que mi mano echa en falta la suya. Ni que sé que no me volverá a
latir el corazón como cuando él se aproxima.
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