Érase una vez, una niña preciosa que se ahogó en un vaso. Le lloraba a la noche y recogía sus lágrimas para luego abrazarlas. Se seguía sintiendo llena. Cubría su vacío. Un día, el vaso se le resbaló de las manos y calló en silencio esparciéndose por el suelo. El dolor de sus entrañas se mezcló con el vidrio hasta que ambos cortaron por igual. Comenzó a recoger los pedazos hasta que se cortó con un filo. Instintivamente, se acercó ambas manos, llevándolas al pecho. Y entonces lo oyó: su corazón. Seguía latiendo. Había sufrido, había llorado un mar, pero seguía latiendo con fuerza. Seguía viva. Entonces se incorporó, y abandonó la habitación dejando los pedazos atrás, para nunca más volver. Y es que, todo lo que necesitaba, jamás la había abandonado.
No dejes de escribir, no dejes de hacer sentir con paLabras Lo que nadie más puede.
ResponderEliminarPrecioso... Y muy significativo :')
<3