Tumbarme y apoyar mi cabeza en tu pecho ya es una costumbre. No te asustes si te busco con la luz apagada; tus latidos son la cuenta atrás para quedarme dormida mientras tus pies buscan los míos para entrelazarse, y me besas en la frente. No te asustes si en mitad de la noche te suelto; ven. Abrázame más fuerte.
No tengo nada que ofrecerte, es cierto. Sólo ser donde guardes tus 
tempestades, donde puedas resguardecete del frío, quien te tienda una 
mano cuando estés en el suelo para volver a caernos juntos una y otra 
vez.